La fiesta de la Primavera

Llevaba un mes sin dar noticias porque me estaba preparando. No crean, esto toma tiempo. Tiempo y esfuerzo, porque además de organizar la parte material, hay que aprenderse todo el chistecito…

Cuando nos avisaron lo primero que pensé fue, ¡ni maiz! Yo no participo. Eso es para los chiquitos, yo ya no soy un bebé y eso de hacer el ridículo no va pero para nada conmigo. Qué va a pensar Juanita, no, yo no. Estaba bien dispuesto a quejarme, lo juro. Me dije a mi mismo, va, dilo, levanta la mano y ya. Ahorita, en cuanto acabe de hablar la maestra, vas. Okay, ya, acabó. No, pero está hablando Lety. Bueno, mientras pienso bien cómo le voy a decir que no cuenten conmigo. Ya, va. Cuento a tres. Una…. pero mira, todos están recontentos con la idea. Me vale, yo no quiero y punto. Dos…bueno, y ¿si lo hago y ya? No, no manches, no quiero. Tres…ya, abro mi bocota y lo digo. Cuatro… ¡dije que contaba hasta tres, porque soy tan penoso, carajo!

-Bueno, entonces así quedamos. Ya solo falta decidir a quién le toca vestirse de qué. Cómo les dije, este año el tema son los pájaros mexicanos, así es que de tarea, cada quién va a proponer cinco aves, y si encuentran fotos, pues mejor, que sean muy coloridas y les gusten. Mañana escogemos y hacemos la rifa, para que sea lo más justo posible.

-¡Si maestra! Contestan mis tarados de compañeros.

No lo podía creer, ridículo en su máxima expresión. Pájaros. No podían escoger algo más inteligente caray, no sé… aunque no sabía que era peor, las flores del año pasado o esto. ¿Y por qué no animales en general, aunque sea? No. Pájaros. No, pero si ya me imaginaba la cara de mi mamá. ¡Mijito, te vas a ver divino! Con lo qué me gusta coser, vas a ver, vas a ser el “x” (en ese momento todavía no sabía que maravilla de pájaro podrido me iba a tocar…) más guapo de toda la escuela. Tú última fiesta de la primavera… estoy tan orgullosa Alfredito! Qué bueno que ahora lo prolonguen hasta primero de secundaria. Ya estaba deprimida de pensar que no volvería a hacerte ningún disfraz y decidieron que siempre sí participaban y etcétera, etcétera, etcétera… mi mamá es capaz de hablar horas y horas seguidas sin cansarse…

De puro coraje me fui a comprar un raspado con mi domingo. Y de rompope. ‘Pa que no digan.

Ahí iba yo, muy decidido, cuando la veo. Muy paradita haciendo cola frente al puesto de raspados como si nada en plena plática con el idiota de Rodrigo. Bueno… también estaban Rosa, y el Pepe, y otros que ya ni sé. Pero ella, así que digamos, ella… estaba muy concentrada en lo que decía ese creído. Estaba entre que si me acercaba o no cuando oigo clarito:

-¡Alfredo! Ven, ¿no quieres uno?

¿Qué si quiero uno? Qué pregunta, por supuesto que quiero uno, pero un besito, tuyo mi Juanita, y ahorita que estoy tan enchilado, ‘pa que me calme.

-Si, ya voy, hago la cola.

-No, vente acá, me dice ella, ya casi llegamos, así después caminamos todos juntos a la plaza.

Me voy acercando de a poco, porque mientras yo caminaba todos los de atrás gritaban, ¡a la cola, a la cola! y ella les gritaba de regreso ¡ya bájenle, viene con nosotros! y Rodrigo con una jetota y yo sin saber que decir. Ya cuando llegué yo creo que se apiadaron de mi cara de menso porque se calmaron y ya no hubo bronca.

Todos hablaban de la fiesta de la primavera. Unos súper felices y otros, cómo yo, o peor de enojados, quejándose. Aunque como yo, nadie se atrevió a decir nada. Ahí estábamos como borreguitos dóciles siguiendo órdenes.

La mera verdad es que en ese preciso instante la fiestecita dichosa me daba igual. Juanita me había hablado, aunque estaba con el Rodrigo ese cuando me vio quiso que viniera con ellos. Eso es todo lo que me importaba. Tenerla ahí, cerquitita.

-Me encanta como van raspando el hielo con ese aparato. Se hacen como copitos de nieve, ¿no?

-Si, eso, exctamente como copitos de nieve. ¿De qué lo quieres?, yo te lo invito.

-Yo de cajeta, ¿y tú?

-Yo de rompope.

-Entonces uno de cajeta y uno de rompope, porfa don Moisés.

-Aquí tiene, le pago los dos. ¡Gracias!

Ese don Moisés es re buena gente. A los de la secu nos hace precio especial. Sabe que siempre vamos con una mano atrás y otra adelante. Sus raspados son una delicia. Y qué decir de los coctéles de mango, sandía, piña… de zanahorias, jícamas o pepinos, con mucho limoncito y ese chilito que pica riquísimo. Yo siempre pido jícamas con mucho chile. Nomás de pensar en comérmelas se me hace agua la boca.

Ya cuando todos acabaron de pedir nos fuimos a la plaza un rato. Qué ganas de agarrarle la mano… las tiene chiquitas y se ven bien suavecitas. Digo se ven, porque nunca se las he tocado. No me atrevo. Estoy esperando el momento adecuado.

Nos sentamos en un banco que estaba casi cubierto completamente de pétalos morados. Cómo no, si está justo abajo de una jacaranda enorme, en flor.

Nos comimos, o más bien, nos tomamos nuestros raspados cada quién platicando en grupitos, ¿de qué creen? pues sí, de la súper fiesta. Las niñas insistían en que qué divertido, es la última vez que lo hacemos, va a estar genial. Podemos proponer bailar canciones de moda, se imaginan, los tucanes bailando hip-hop, o algo así, ¡estaría increíble! Y los niños, qué increible ni qué ocho cuartos (como dice mi abuelita) nada de bailes, desfilamos y que digan que les fue bien. Y ellas montadas en su burro y nosotros en el nuestro, y así nos pasamos más de una hora.

Poco a poco todos empezaron a irse. Yo me esperé a que Juanita se fuera, por supuesto. Cómo somos casi vecinos, pues lógicamente caminamos juntos. Había planeado una pequeña sopresa para cuando llegáramos a su casa.

Hablamos de cualquier cosa, creo que de la tarea del día siguiente. No me acuerdo muy bien porque yo todo lo que quería era atreverme a hacer lo que había planeado. Así es que iba pidiéndole a la virgencita que me diera fuerzas. Ya llegando frente a su casa me dice, como si nada, bueno, pues nos vemos mañana, y yo, con la voz bien temblorosa, ajá, si, hasta mañana. Y ya se va y yo pero qué pendejo, que esperas para dársela, y ella caminando despacito, como medio desilusionada y que me lanzo y le grito ¡Espérate, Juanita! Y ella voltea con esa sonrisa que me hace derretirme y que me acerco y le enseño la florecita de jacaranda que traigo en la mano y que se queda de a cuatro y no sabe si agarrarla o qué y sin pensarlo se la acomodo rápidito entre su oreja y su pelo largo, bien lacio y brillante que tiene y en lugar de aprovechar y darle un beso me volteo y salgo corriendo como caballo desbocado. Ella se queda parada ahí a media calle y solo alcanzo a oir que dice gracias, sin gritar, como para ella misma.

Está por demás decirles que llegué a mi casa sin aire y temblando como gelatina. Para colmo, en cuanto di un paso dentro me di cuenta del lío en el que estaba metido. Desde la puerta de la cocina salió volando una chancla que me despeinó mientras pasaba rozando por encima de mi cabeza. Pensando a mil por hora caí en la cuenta de que hacía más de una hora que tenía que haber estado en la casa para comer.

La forma de usar la chancla dice mucho del humor del momento de mi mamá.

Cuando realmente está muy, pero muy, pero muy enojada, la chancla no vuela, más bien mi mamá corre detrás de nosotros y nos agarra directamente a chanclazos. El hecho de que en esta ocasión la chancla simplemente volara, sin que mi mamá se fijara bien hacia donde la estaba lanzando (que aún así, casi me descabeza, para que se den una idea de la experiencia que tiene mi santa madre en el lanzamiento de chanclas) quería decir que estaba enojada, pero no tanto. Podía salvarme de un castigo si encontraba una excusa, muy, pero muy rápido.

-¡Chamaco este, esta casa no es un restorán! ¡Hace más de una hora que pasó la hora de la comida! ¿En dónde estabas metido jovencito?

Y que me sale todo un sermón, casi así como el del padre Ramón los domingos en misa, en el que le dije a mi mamá, que perdón mamacita, no quería llegar tarde pero fíjate que la maestra Lupita nos estaba explicando que siempre sí vamos a participar en la fiesta de la primavera de la escuela, que quieren que los de primero de secundaria compartan con los de sexto de primaria para que los pobres no estén tan perdidos el próximo año, ¿te imaginas, ma? Vas a poder hacerme el mejor disfraz, con lo que te gusta coser, creo que hasta va a haber un concurso. ¡Seguro lo gano, con lo bien que haces tú todo! Nos va a tocar vestirnos de pájaros y mañana van a hacer una rifa para saber de cuál exactamente. Ves, no quería llegar tarde pero de verdad que no fue mi culpa, la maestra nos retuvo al final para que no perdiéramos horas de clase…

Mi mamá se me quedó viendo así bien callada, sin ninguna expresión en la cara. Varios minutos así, como si estuviera meditando, o pensando, rete concentrada.

De repente de la nada, me dijo:

-Andale, apúrate a sentarte a comer que tienes que llevarle el itacate a tu papá, que ha de estar muerto de hambre.

Y lueguito de eso:

-Te voy a hacer el disfraz más chulo de bonito. ¡Mi hijo va a ser el más guapo de la escuela o dejo de llamarme Hermelinda!

Olvidado el enojo. Cantando la canción de Yuri, esa bien vieja de la Maldita Primavera, mi mamá regresó a la cocina a calentar todo mientras yo me sentaba en la mesa.

El olor que llegó hasta mi nariz me recordó que yo también estaba muerto de hambre. Las tripas me crujían sin piedad. Tengo que decir que mi mamá es una cocinera de uff. O sea, que cocina de lo más delicioso, como quien dice.

Me trajo un plato servido con dos chiles rellenos de picadillo, rociados con una salsita roja bien picosita y acompañados de arroz con plátanos fritos y frijolitos negros. Todo acompañado de unas tortillitas recién hechas y agua de jamaica bien fresquita. Me los comí como si fuera mi última cena (ya que estamos con esto del sermón y la misa…). Un manjar de los dioses, pues.

Cinco minutos después estaba en la calle otra vez, listo para llevarle su famoso itacate a mi papá, que trabaja a dos cuadras de la casa y siempre espera con ansias los platillos de su mujercita.

De regreso a la casa, me fui directo a buscar los nombres de los pájaros mexicanos. No tenemos internet, así es que busqué en la enciclopedia que me regalo mi madrina el año pasado.

Encontré un buen, pero escogí estos cinco: Flamenco, Tucán, Guacamaya Roja, Halcón y Gorrión.

Ya sé, el halcón no es muy colorido, pero me gusta.

Al día siguiente en la escuela todos dieron sus nombres de aves y después de votar quedaron los cinco equipos siguientes:

1- Los tucanes

2- Los loros de cabeza amarilla

3- Las guacamayas rojas

4- Los colibrís de corona azul

5- Los cotorros

Luego hicimos la rifa. Tuve una mala noticia y una buena (más bien dos malas noticias y una buenísima):

Primera mala noticia: ¡Me tocó el equipo de los colibrís! Aunque mi mamá va a estar encantada, a mi no me hace nada, pero nada feliz vestirme de un ridículo colibrí…

Segunda mala noticia: Las niñas dieron su “maravillosa” idea a la maestra, que por supuesto estuvo más que de acuerdo, pues es mujer también, lógico, está de su lado. Y claro, tenían que escoger a la tonta de Taylor Swift. “Shake it Off”. La maestra dijo que sí para darles gusto, aunque ni sabe bien lo que dice la cancioncita esa. Qué disque tiene muy buen ritmo, y con eso les bastó para fregarnos con una canción de niñitas fresas.

Unica buena, BUENISIMA noticia: ¡Juanita está en mi equipo! Lo que quiere decir que nos vamos a ver TODAS las tardes de aquí a la bendita fiesta. La maestra decidió que va a hacer un concurso de baile entre los cinco equipos. Tenemos que poner nosotros mismos nuestra coreografía y presentarla a todos (maestros, papás y alumnos) ese día.

Esa misma tarde le di la noticia a mi mamá. Cuando supo que el concurso no era individual, sino en equipo, se puso toda emocionada, como loquita, y luego luego me pidió el nombre de todos los integrantes para ponerse de acuerdo con las otras mamás, y claro, como ella es la mejor costurera, dirigirlas para que nuestro disfraz sea el mejor de todos. Verla tan contenta casi logró que entrara en el jueguito de “qué padre, va a estar increíble”.

Casi, pero no.

Todas las tardes nos veíamos en una casa diferente para ensayar. Juanita y Laura tomaron las riendas del equipo y Dios de mi vida. Por poco me lleva el chamuco cuando nos enseñaron su idea de coreografía la primera vez. Ver las lindas y redonditas pompitas de mi Juanita sacudirse de esa manera mientras la Taylor cantaba “shake it off, shake it off” (por cierto, ya aprendí que shake quiere decir “agitar o sacudir” y “my god” si que las saben agitar estas chicas) por poco hace que me volviera fan de la güerita flacucha.

Una cosa fue verlas a ellas y otra hacerlo nosotros. En lugar de lindos colibris moviendo la colita parecíamos guajolotes con el trasero en llamas.

Qué más puedo decir… esas tardes las pasé viajando entre el paraíso y el infierno.

Juanita se metió en la cabeza (igual que mi mamá) que quería a toda costa ganar el dichoso concurso, así es que nos tuvo ensayando horas y horas hasta que logramos hacer algo parecido a un baile. Yo ya estaba más que harto. Al final hasta se me olvidó que Juanita me gusta y hubiera dado lo que sea por salirme de la pesadilla en la que estaba metido.

Acepto que los disfraces quedaron bien chidos, tanto, que hasta parecen como hechos por profesionales. Bien coloridos, como quería la maestra Lupita. Todo muy bien, hasta que me lo puse y se fregó la cosa. Pinche disfraz más incomodo. Con trabajos me podía mover, parecía colibrí, pero disecado. Qué horror… por suerte que ya casi era el día y por fin se acabaría mi calvario.

Sábado, 23 de marzo de 2015.

9:30 a.m. Todos los equipos están listos. Mi mamá se ultra esmeró con el maquillaje. La mera neta es que nos vemos de pelos! Estoy tan nervioso que no puedo ni hablar. Siento la boca toda seca. Si ya de por si me cuesta trabajo hablar en público esto de la bailada es definitivamente demasiado. Creo que aún con todo el maquillaje que traigo puesto parezco un fantasma, y pálido, que ya es mucho decir. Juanita, al contrario, parece una diva colibrí. Está tan, pero tan bonita que parece un espejísmo. O será que no veo muy claro con esta estúpida máscara y por eso la veo medio borrosa. No, ya en serio, si qué está guapísima mi Juanita.

Estoy en el baño haciendo inspiraciones profundas para calmarme, cuando siento a alguien justo atrás de mi.

-Te veo medio apachurrado Alfredo, no te preocupes, verás que nos va a salir padrísimo el baile. No hay de otra, ¡de que ganamos, ganamos!

Mientras me dice eso, Juanita me mira directo a los ojos. Tengo su cara de colibrí a milímetros de distancia de la mía. Siento su respiración. Quiero abrazarla, pero antes de que me de cuenta me planta un besito de piquito en la boca, se da media vuelta y se va, dejándome ahí parado como tonto, completamente mareado de amor. No sé si se dice así, pero así me siento. Todo me da vueltas, mi corazón está a punto de salirse de mi pecho y estoy cien mil veces más nervioso que antes. ¿Se dan cuenta? Es la primera vez que beso a una chica. O que una chica me besa a mi, más bien dicho. No lo puedo creer, ¡le gusto a Juanita!

No tengo tiempo de pensar más porque oigo que me llaman del patio. Cuento hasta diez y salgo sintiéndome entre azul y buenas noches del baño.

Oigo que nos están presentando y apuro el paso. Ya todos están en línea listos para empezar. Encuentro mi lugar y me pongo en posición. La música de Shake it Off empieza a sonar en los altavoces. Las niñas dan un paso y empiezan a moverse. Nos toca a nosotros. ¿Qué es lo que tengo que hacer exactamente? Trato de seguir a los otros pero todo va demasiado rápido, mi cuerpo no responde, veo todo borroso a mi alrededor. Siento que vuelo cuando se oye un ruido muy fuerte que indica que alguien se acaba de dar un porrazo marca diablo. Y luego nada.

No sé cuanto tiempo ha pasado cuando oigo muy a lo lejos una voz angelical. Debo de estar en el cielo, o soñando en mi cama, podría ser…

-¡Alfredo, por Dios, reacciona! No se mueve, ¡hagan algo! ¡Un médico, rápido, busquen un médico!

Quiero abrir los ojos pero no puedo. Siento una mano que me acaricia la cara, luego oigo a mi mamá y a mi papá, pero no entiendo nada…

-Mijito, soy mamá, ¿me oyes?, tienes que despertar, ya. Te desmayaste. Debe ser el susto. Anda, ya, ¡abre los ojos!

Sigo sintiendo una mano, pero creo ya no es la misma, porque en lugar de acariciarme me están medio cacheteando. Me duele, pero no puedo reaccionar.

-Anda Juanita, pásame la jarra de agua de horchata que está ahí en esa mesa, con eso o reacciona, o reacciona.

-¿Segura señora?, pobrecito…

-¡Te digo que me la pases! ¡y rápidito!

Agua de horchata… eso dijo, o eso creo… Pensándolo bien, tengo sed. Mi mamá siempre tiene buenas ideas, seguro con una poquita de agua me siento mejor. En esas estoy tratando de pensar algo coherente cuando siento un chorro de agua helada directo en la cara.

-¿Qué pasa?, ¡mamá! ¡¿qué haces, en dónde estoy?! ¡¿Por qué me estás echando agua en la cara?! ¡Para mamá!, ¡¿qué te pasa?! ¡Qué pares, te digo!

-¡Alfredito!, gracias a Dios… regresaste, mi niño…

Y mientras mi mamá me abraza y me besa, y mi papá se acerca también para estar seguro de que estoy vivo, veo a lo lejos a mi Juanita… y sonrío.

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Aquí no se acaba la historia… ¿pensaron que me salvé del bailecito? Pues fíjense que no. Me salió el tiro por la culata, como dice mi abuelita. No nadamás fui el hazmerreír de la escuela durante no sé cuantos días… además, la maestra Lupita nos dio la oportunidad de presentarnos otra vez la próxima semana…

¡FELIZ PRIMAVERA!

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