Propósitos de Año Nuevo

Ora si, lo logré. No lo puedo creer, mi primera clase de Zumba. Wow. Estuvo chida, la verdad. Y bien que si pude seguirle el ritmito al Edison, que por cierto, que buenas pompis se carga, ya las quisiera yo para un paseito en Chapul. Y la música así, pegajosita, como me gusta. Si regreso, ¿eh? Y capaz y ahora si por primera vez en mi vida logro cumplir con mis propósitos de año nuevo. No, porque tengo que ser sincera. Si me pasé un poquito en estas fiestas, y se me hace que por ahí traigo unos 4-5 kilitos de más. Nada grave, pero si se me nota ya una pancita que no tenía antes y siento que me ahogo cuando me abrocho los pantalones. Es más, ayer me tuve que acostar en la cama para ponérmelos, como cuando se usaban los jeans de tubo a finales de los ochentas y que entre más pegados te quedaban mejor y jalabas y jalabas sin respirar hasta que lograbas amoldarlos a tu cuerpo. Solo que esta vez no eran de tubo, eran más bien de esos de pata de elefante que ahora andan de moda. No, no me malinterprenten, obvio que el problema no eran las patas, sino la cinturita. Lo acepto, se me quedaron atorados al nivel de la cadera y no lograba subirlos, ni cerrar el cierre correctamente, para el caso. Pero bueno, lo bailado nadie me lo quita. Qué buena estuvo la Navidad en casa de la Luchis. Sus romeritos eran como salidos directamente del banquete de los Dioses, el mole picosito, pero dulce al mismo tiempo, y esas tortitas de camarón, en su punto… uff. Y el bacalao ni se diga, hasta me chupé los dedos. Y esa ensalada Navideña, que más que ensalada parecía postre, con su crema bien especita y hartas manzanas y nueces… Y ya le paro porque por estar recordando cosas que no ya se me hizo tarde. Y con eso de que no hay gasolina prometí seguir en los buenos pasos, poner mi granito de arena para no hacer más bulto del necesario, y caminar. No porque qué rollo. Que si está bien, que si no, que si para qué, que si no tiene caso, que si combaten la corrupción, que si nos dan atole con el dedo… Ya dejen de dar lata, pues. No queda más que esperar y ver si todo esto sirvió de algo. Huachicoleros. Por esta que antes del desabasto nunca había oído esa palabra. Qué cosa. ¡Jijos, me duele todo mi hermoso cuerpo, eh! ay oye, esto de caminar justo después del ejercicio está medio cañón. ¿Y si mejor tomo un taxi? No. Dije que caminaba y camino. Todo sacrificio es bueno para lograr mi objetivo. Lo que no me cabe así que digamos muy bien en mi cabeza es que con todo y todo lo que le di al bailongo en la fiesta del fin de año no baje ni medio gramo…lo que me hace pensar que igual y esto de la zumba no es tan buena idea, no sé. Me voy a pesar llegando a la casa a ver que tal me fue hoy, porque con esta caminata y una hora de ejercicio si que debo de perder algo, no manches. Oye, esta calle está muy larga, nunca me había fijado que las calles de la Ciudad de México son así como eternas, qué cosa. Y para colmo hay puestos de tamales y pan dulce en cada esquina a esta hora. Y la gente entrándole a gusto. Hay que decir que huele de lo más delicioso, que antojo la torta de tamal que se estaba comiendo el trajeado ese. Aunque si se ve que algunos puestos tienen más éxito que otros. Unos tienen una cola como de gasolinera en estas fechas, y otros están desolados. Pobres, tendrán que revisar el sazón, se me hace. ¿Y si me echo un tamalito? No, es que afán de poner la tentación por todos lados… mejor me apuro que ahora si ya voy re tarde. Y todavía me falta un buen cacho de avenida para llegar a la chamba, recuérdame ¿a qué hora se me ocurrió esta gran idea? Y según yo prometí hacerlo 3 veces a la semana. Neta que que fuerza de voluntad tengo. Soy una santa. Y pensar que el Chacho a de estar a penas abriendo el ojo. Huevón. Ese sí que necesitaría una buen régimen. Porque no me dio el corazón para decirle, pero antier que echamos patrulla, un segundito más y me asfixia. Me apachurró así bien gacho y yo fingí como que que rico pero mejor cambiamos de posición, así para que como que no quiere la cosa pensara que yo también participo y tengo ideas originales en nuestros intercambios cachondos. Es buen tipo, pero si le falta enjundia. No sé si así se diga pero me gusta esa palabra: enjundia. Suena chingón. Y volviendo al Chacho, si estoy clavada, pero no así que digas clavadísima. Me gusta, me la paso bien cuando estamos juntos, pero no sé, como que no me acabo de enamorar, lo que se dice, enamorar. Y lo peor es que él si anda cacheteando las banquetas por mí. Digo, no quiero parecer mamona, pero se le nota. Se la pasa mandándome mensajitos con emojis de corazones, de florecitas y luego me escribe cada cosa que hasta me sonrojo nomás de acordarme. En la cama es bueno, así, sin más. Pero como es medio machín no me atrevo a guiarlo demasiado, si me gusta que piense que soy una mujer activa, pero a él le gusta sentir que maneja la situación. Yo se que el quisiera que avanzara la cosa, y que hasta se imagina que un día de estos vamos a acabar viviendo bajo el mismo techo, y eso también me tiene medio nerviosa, cosa que tampoco ha sido muy buena para mi estado físico…si no nomás son las fiestas. Tengo hartas cosas en la cabeza, ni para que negarlo. Mi familia me mete la presión de que como a mi edad sigo soltera, y lo peor, viviendo sola en esta capital tan llena de gente y de peligros. Por más que les digo que tengo la situación bajo control ellos insisten. Me choca esta sociedad tan machista. Yo la verdad no me siento intranquila o incómoda de salir sola y mantenerme. Me gusta mi independencia. En el salón gano bien y me alcanza para vivir dignamente. Y si que quiero una familia y tener hijos un día, pero cuando encuentre a la persona correcta, no con cualquiera. Y no estoy segura que esa persona sea el Chacho. Ya veremos. Por lo pronto disfruto del momento y cuando me agobie demasiado lo mando al carajo y listo. Total, no será el primero, ni el último. Ya me ha tocado sufrir a mí cuando me dejó el cabrón del Memo. Con ese si que me clavé y ya ves, para lo que me sirvió. Desde entonces yo muy digna. No me vuelve a pasar. Uff, ya, ahora si me agoté y esta calle que no se termina. Ahí a lo lejos veo el Superama, ya, por fin. Un último esfuerzo, piensa en los resultados. No por nada pero ahora si ya tengo hambrita. Me merezco un alguito. Me voy a pasar al puesto de Doña Mari, tiene cosas bien sanas. Espero que ya haya llegado la señora con los nuevos tintes porque si que me costó convencer a la Azucena que me dejara hacerle su color otra vez. Cuando me dijo que el que le apliqué la semana pasada no había tenido el éxito que esperaba y que la neta prefería hacer cita con Meche casi me da un patatús. No, porque aceptar que se vaya con la Meche sería mi muerte asegurada. Como si aceptara ante el mundo que soy pésima estilista, y que necesito que alguien, y sobretodo que la Meche, con lo que se cree ya de por si, repare mis errores, y eso si que no. Le rogué que me diera otro chance de demostrarle que puedo hacerle un look super fashion. Y que además el que me pidió le había quedado bastante bien, y no entiendo porque no le gustó a su galán… Después de un rato aceptó pero me amenazó bien feo. Que si esta vez no le gusta en primera no me paga y en segunda se va a otro salón, ya ni con la Meche. No sé… según ella dice que me pidió un color “frozen estroberry” con mechas tipo babylights platino y que el novio le dijo que era más bien un color tipo catsup tirándole a salsa mil islas, que cual «estroberry» ni que nada. Que parecía como si acabara de tener un accidente en el Macdonalds. Eso dijo. Me pegó duro en mi amor propio, ni para que negarlo. Pero aceptar que me equivoqué en la mezcla delante de una clienta, nunca. Tengo mi orgullo. Así es que le pedí a la señora que me fuera a comprar tinte del bueno, y de tonos bien de moda, ahora si no quiero problemas. No bueno, ahora si estoy a punto del sofocamiento. De plano ya no puedo respirar. Ya, aquí me paro. Se ve bueno.

– Oiga, buenas joven. ¿Me da una ensalada de frutas por favor?

– Buenas seño. ¿Le pongo sandía, melón y piña?

– Nada más piña.

– ¿Yogurt y miel o queso cottage?

– No, mire joven, póngale cebolla y cilantro. Y carne al pastor. Y sabe qué, unas cinco tortillitas porfa.

– Ya no le entendí bien señorita… ¿quiere tacos al pastor?

– No joven, no quiero tacos al pastor, y no me vea con esa cara. Clarito le pedi ensalada de piña, ¿no? Solo cambié el acompañamiento, no es tan complicado, ¿o si? ¿Qué, algún problema?

– No seño, al cliente lo que pida, no faltaba más.

– ¡Sale una ensalada de piña con cebolla y cilantro, carne al pastor y cinco tortillas!

– No bueno, que gente mal pensada, que le pasa…

– Y no se le olvide la salsa verde joven, y muchos limones. Ah, y una coca, para acompañar.

– Y ustedes, ¿qué?, ¿qué me ven?

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