Ella

Ella no quería filtros.

Ella no quería ser tratada como VIP.

Ella no quería la guerra en Siria.

Ella no quería ser comparada con nadie.

No. Como todas las mañanas, ella solo quería apurarse. Así es que se levantó de prisa, se lavó con su jabón favorito, ese que huele a tarta de limón. Se secó, se cepilló su larga melena color miel y se hizo una trenza de lado, suelta, como está de moda. Se vistió con una blusa blanca de algodón y unos jeans. Se preparó un café de volada, se puso sus botas nuevas, unas negras medio altas, de tela, con flores de colores, su chamarra de cuero, la bufanda de ayer, y salió a la calle.

Como era su turno, de camino a la oficina se paró en la panadería y compró varios panes de chocolate. Luego tomó el metro en la estación Daumesnil, línea 6, dirección Charles de Gaulle – Etoile. Se instaló en una esquina y sacó su libro. Aunque trató de concentrarse, leyó varias veces la misma frase. Había demasiada gente. Además tenía una cita importante por la noche y estaba medio nerviosa. Por suerte vivía no muy lejos del trabajo, así es que antes de poder profundizar en el tema, tuvo que hacerse paso entre la muchedumbre para lograr salir del vagón y escabullirse por las escaleras eléctricas.

Salió a la calle y descubrió un sol reluciente. Sonrió. Viernes, y con buen clima, qué más se podía pedir.

La jornada de trabajo pasó de prisa entre el desayuno, las diferentes llamadas, la reunión de planificación de la próxima semana, la comida en la cafetería común, en dónde por cierto la comida no es lo máximo, pero se puede platicar un poco de otra cosa y relajarse. Por la tarde aprovechó cinco minutos de tranquilidad para llamar a su madre y quedar con ella para verse el domingo. A las cinco en punto se levantó de su escritorio, se despidió de sus colegas, bajó al segundo piso a buscar a su amiga, y juntas salieron contentas de la oficina.

Ya empezaba a hacerse de noche, pero como no hacía frío, decidieron caminar un rato. Platicaron mientras visitaban tiendas. Se probaron algunas prendas, pero no compraron nada. Entre una cosa y otra se les fueron varias horas. Mandó un SMS a su novio, abrazó a su amiga, le dijo nos vemos el lunes y salió corriendo.

Y en lo que corría pensaba que era el momento. Después de seis meses de salir juntos ella estaba más que lista. Hoy me animo y le suelto que quiero que vivamos juntos, se decía.

Llegó un poco temprano a la cita. Hace mucho que quería conocer el Petit Cambodge. Ya le habían hablado de él pero no había tenido la oportunidad de ir. Entró directo al baño a darse una manita de gato. Más que nerviosa, se sentía emocionada. Estaba segura de que aunque él no había hablado del tema todavía, también tenía ganas de instalarse con ella. Se pintó los labios, se arregló el peinado y salió a instalarse a la terraza a esperar.

Unos minutos después lo vio acercarse. Se levantó. Él se acercó y la abrazó mientras la saludaba con un beso.

Se sentó frente a ella. Pidieron una cerveza. Él preguntó como había estado su día. Platicaron un rato de todo y nada.

En eso, ella se decidió y le dijo:

-Sabes, he estado pensado que

                                   – – – – – – – – – – – – – – –

Ahí se acabó todo. Brutalmente.

Ella no quería filtros en Facebook.

Ella no quería ser un muerto VIP.

Ella no quería la guerra en Siria.

Ella no quería ser comparada con muertos de otros países.

Ni saber cual tiene más derecho a que le lloren.

Ella solo quería terminar su frase.

Y seguir con su vida.

Nada más.

PeaceHeartsWorld2