El Grito

Tabla: Lista.

Frijolitos: Listos.

Vaquita: Lista. ¡Va a estar buena…hay harta gente!

Concentración: Total.

            El gritón está a punto de dar inicio a la cantada.

            No señoras y señores. No el gritón del grito. Sí, estamos a 15 de septiembre. Y sí, estamos festejando la Independencia de nuestro México, Lindo y Querido. Pero todavía no es la hora, por lo menos no de ESE grito.

            Este es el otro. Ese que Miguel está esperando desde el año pasado que estuvo a punto de llevársela. Solo le faltaba una imagen. 

            Miguel no es un buen perdedor. Le prometió a Lupita que si este año pierde OTRA VEZ no hará berrinche, pero no está muy seguro de poder cumplirlo…y si no le cumple Lupita sí que le cumplirá lo que le dijo: Nada de nada después de la fiesta…y eso sí sería fatal. 

            No, porque no ganarse la vaquita es una cosa, pero una noche sin el amor de Lupita si que no podría soportarlo. Sobre todo ESTA noche. La noche de su rencuentro. Dos meses separados es mucho tiempo.

            -¡Corre y se va corriendo! ¡Hecho el tiro nadie más!

            Miguel se olvida por unos momentos de su Lupita y pone sus oídos a trabajar a la máxima potencia.

            -¡Pórtate bien cuatito, si no, te lleva el coloradito!

            Ja. Fácil y requetefácil. El diablito. Chin. No la tiene.

            -¡Las jaras del indio Adán, a donde pegan, dan!

            Las jaras. Tampoco… 

            -¡La Cobija de los Pobres!

            El sol. ¡Sí lo tiene! Un frijolito en su lugar.

            -¡La barriga que Juan tenía era empacho de Sandía!

            ¡Esa también! Otro frijolito. Empieza la cosa bien.

            Con lo que le gusta a Miguel la sandía. Es su fruta favorita. Seguro es una señal. No crean, Miguel sí que es bien pero bien supersticioso. Ya de por sí trae puestos sus calcetines de la buena suerte. Sí, esos que Lupita le regalo en su cumpleaños el año pasado.  Qué bien se la pasaron. Cayó que había fiesta en San Benito ese día, y como a la Lupita le encanta el bailongo, pues allá acabaron. Puras re buenas, pero la mejor fue la quebradita, eso que ni qué. Lupita se le acercó así bien pegadita y dieron unos brinquitos tan coordinados que hasta les hicieron ruedita. Bailaron hasta pasada la media noche y llegando a la casa le esperaba su sorpesa. Un paquetito con una tarjetita que decía: Ponte esto (y solo esto) y te espero en dónde ya sabes. Ya se imaginarán la velocidad a la cual Miguel abrió su regalo y para su gran sorpresa se encontró los dichosos calcetines. Azules con coranzoncitos blancos bordados a mano. Sin pensarlo dos veces Miguel se quitó toda su ropa y se los puso. Corrió hasta la habitación en donde sabía lo esperaba su Lupita y abrió la puerta.

            -¡Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente!

            Y eso, que por andar pensando en cosas que no, ya a nuestro Miguel se le están pasando las cartas. Y esa también la tiene. El camarón. ¡Qué bien!

            -¡Al nopal lo van a ver, nomás cuando tiene tunas!

            El nopal, ¡esa sí la tiene! Vente pa’ca frijolito.

            -¡Ah Chihuahua, cuánto apache con pantalón y huarache!

            El apache, no la tiene, ¡qué coraje!

            -¡El que a gran árbol se arrima, que se cuide del pájaro mión!

            Con la cantada del árbol todo el mundo se carcajea, y Miguel más, ¡sí lo tiene! Cómo no, si trae puestos sus calcetines.

            Ya se imaginarán que después de lo que pasó esa noche detrás de esa puerta (y que la censura no me permite contarles)  los usa cada vez que necesita que le vaya MUY bien.

            Como ese día hace tres meses. Cuando postuló para irse a trabajar a la obra a la Capital.

            No estaba contento en el sentido de que tendría que estar lejos de San Benito y solo podría regresar de vez en cuando a ver a su amada…pero si en el sentido de la lana. Era una chamba re bien pagada. Se la recomendó su tío Joaco, que trabaja como conserje en el edificio en donde vive el arquitecto que va a construir el nuevo museo. Cuando supo que andaban buscando gente especializada, luego luego le contó al arqui que su sobrino es un muy buen herrero, reconocido en el pueblo, que hasta ayudó a hacer la escultura de San Benito en el zocalo.

            -¡Tocando su bandolón, está el mariachi Simón!

            ¡Sí, el bandolón! Otro frijolito más.

            -¡Este mundo es una bola, y nosotros un bolón!

            El mundo no lo tiene…Pero lo del bolón si que aplica a nuestra historia, ya verán. 

            -¡No me extrañes corazón, que regreso en el camión!

            Y otra más…El corazón. La tabla se va llenando poco a poquito.

            Y hablando de camiones, Miguel se fue a la capital desde el día anterior en camión, pues le dieron la cita a las 11:00 en punto en las oficinas en San Angel. Llegó a la Central del Norte. Por suerte que lo esperaba su tío porque había que atravesar la ciudad. Y miren que es una gran ciudad. Miguel estaba todo atolondrado. ¡Se subieron en el metrobus y por momentos pensaba que iba a morir asfixiado! Nada que ver con San Benito en donde hace todo a pie. ¡Qué va! El gentío del D.F. es algo inexplicable, y hasta cierto punto mágico. Cómo si fuera una marea humana. Van y vienen todos con un ritmo que hasta parece que ensayaran con anticipación los movimientos.  

            -¡Para el sol, y para el aguas!

            ¡Claro! ¡El paraguas! Esa sí que la tiene. ¡Más que bien!

            Y miren que paraguas necesitó en la ciudad de México porque saliendo del metrobus que se suelta un aguacero de esos que parece que el cielo se está cayendo que ni pa’que les cuento. Como les digo que Miguel es supersticioso pues pensó luego luego que era de mal agüero. Se puso los calcetines llegando a casa del tío y por fin se le calmaron los nervios.

            Cenó unas sincronizadas buenísimas que le preparó su tía con queso oaxaca y jamón. Con una salsita que picaba pero mucho que disque porque estaba hecha con puro chile de árbol. Pues sí, se notaba. Pero estaba deliciosa. Acompañadas por unos frijolitos negros refritos y una Victoria bien fría.

            Después de darle las buenas noches por teléfono a Lupita quedó listo para un echarse buen sueñito.

            Despertó como nuevo y después de un buen baño se vistió (por supuesto uso sus súper calcetines) y se fue a la cita acompañado por su tío.

            -¡Súbeme paso a pasito, no quieras pegar brinquitos!

            Esa también la tiene. ¡Ya casi!

            Y por suerte también el edificio de las oficinas del arqui tenía una porque el pobre Miguel nunca se había subido en un elevador y casi le da un soponcio cuando el tío le dijo que entrara. No friegue tío, yo ahí ni de loco me subo, ¿Cómo pa’qué? Pues por más que Joaco le explicó que eran muchos pisos y que subir caminando les llevaría horas no hubo forma de convencerlo. Eso parece un ataúd tío. No voy a poder respirar ahí adentro, y si se atora qué, quién me saca. No. súbase usted si le gusta, yo me voy por la escalera y ahí nos vemos.

            Y así fue. Llegó al onceavo piso sin aliento, pero vivito y coleando. 

            Después de una hora y media con el arqui, Miguel salió muy contento. Era la oportunidad de su vida para mostrar su talento. Además de hacer lo básico del trabajo de herrero también ayudaría al esculpir el logotipo de bronce de la entrada del museo. Estaba más que satisfecho y por supuesto dijo que sí sin pensarlo dos veces.

            -¡”Tate” quieto, Valentín, no te vayas a pelear!

            El valiente. No…esa no la tiene… 

            -¡Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar!

            ¡El cantarito! Sí lo tiene. Frijolito, a tu lugar.

            -¡Cuatro dientes y una muela!

            La calavera. No la tiene…

            -¡El farol de los enamorados!

            La Luna. Esa tampoco…pero cómo le gusta sentarse con Lupita en la plaza justo al anochecer…sobre todo cuando hay luna llena.

            -¡Remando, remando va Rosita, sentada en su chalupita!

            La chalupa. Si la tiene, le han tocado casi todas, no lo puede creer, esta vez sí gana, ¡ya falta poquito!

            Tan bonita. Sobre todo la que les tocó a ellos. Porque saliendo de su entrevista estaba tan contento que Joaco lo invitó a dar una vuelta por los canales de Xochimilco. Le explicó que son los últimos vestigios que quedan de la ciudad de nuestros antepasados: Tenochtitlán. Te imaginas Miguel, tienes el privilegio de subirte en una chalupa, así, en estas barquitas se transportaban los aztecas, ¿qué te parece? No, pues le parecía de lujo festejar su nueva chamba en un lugar tan lleno de historia. La pasaron maravillosamente bien. Tomando chelas, comiendo quesadillas hechas a mano: de flor de calabaza, de papa con chorizo, de huitlacoche, de hongos…Y lo mejor, ¡oyendo Mariachis en vivo y gratis! Y hasta en coro, porque vieron pasar a varios grupos. Cada uno en su chalupa. Y aún cuando era la mitad de la semana había un buen de gente haciendo fiestas. 

            -¡Tanto bebió el albañil, que quedó como barril!

            El barril. Esa no la tiene, ya qué se acabe esto, pensaba Miguel, ¡me urge ganar!

            Quién sabe si los que estaban en las chalupas eran todos albañiles, pero en todo caso, todos quedaron como barriles. O por lo menos Miguel y su tío si. Salieron de ahí tambaléandose y muertos de risa. Caminaron un ratito pa’que se les bajara la jarra antes de llegar a la casa.

            -¡Ponle su gorrito al nene, no se nos vaya a resfriar!

            ¡Sí, el gorrito, otro frijolito y está a punto de acabar!

            -¡La guía de los marineros!

            La estrella. ¡La tiene! Ya solo le falta una…qué se le haga…qué se le haga…

            Lo que le sorpendió fue eso. No se veían muchas estrellas en la Ciudad de México. Comparado a San Benito en dónde parece que el cielo va a explotar de tantas y tantas. Es por la contaminación dice el tío. Solo cuando hay mucho viento se ven más. 

En todo caso, con o sin estrellas, que bien durmió Miguel esa noche.

            -¡El que espera, desespera, o se casa con doña Espera!

            La pera, no la tiene…

            -¡Fresco, oloroso y en todo tiempo hermoso!

            El pino. ¡No lo tiene!

            -¡Aquí viene la señora muerte, la tilica y la flaca!

            La muerte. Esa tampoco la tiene… 

            -¡Atarántamela a palos, no me la dejes llegar!

            La araña…y el grito:

            -¡LOTERIA!

            Y por allá se oye otro:

            – ¡LOTERIA! ¡gané, gané!

            Pues sí, dos ganadores. Miguel no lo puede creer. ¡Ganó! Tendrá que compartir el dinero de la vaquita. No importa,  ¡ganó!

            Y Lupita que estaba observando todo viene corriendo y se le avienta y lo abraza y lo besa y Miguel la abraza y la besa y se besan y se dicen que se aman y que qué felices están y en eso oyen a lo lejos la campana sonando y se voltean a ver y sin decir palabra y sin pensarlo corren al zocalo y ahí parado en una tarima está el Señor Presidente Municipal dando el grito. El de la independencia esta vez y dándose la mano escuchan con todo interés al presidente gritar al micrófono:

            -¡Vivan los Héroes de la Independencia!

            Y a la muchedumbre responder bien fuerte:

            -¡Vivan!

            Y el presidente:

            -¡Viva Hidalgo!

            Y la gente cada vez más fuerte:

            -¡Viva!

            Y la piel se les va poniendo chinita y se abrazan y siguen oyendo:

            -¡Viva Allende!

            Y el gentío, ya casi sin aliento:

            -¡Viva!

            Y el presidente:

            -¡Viva México!

            Y ahora sí con todo:

            -¡Viva!

            Y otra vez, más fuerte:

            -¡Viva México!

            Y con mucho más ganas:

            -¡Viva!

            Y el presidente desviviéndose:

            -¡VIVA MÉXICO!

            Y con todo el aire de sus pulmones y con todo su corazón; orgullosos, sin pensar en nada más que en el amor que sienten por este, su país, su tierra, su gente, su historia, felices de ser mexicanos, sin importar que el señor presidente municipal que está dando el grito es un corrupto, ni los problemas políticos, ni los ecónomicos ni los de ninguna especie…en ese preciso instante, solo  gritan hasta quedarse sin voz:

¡¡¡¡¡¡VIVAAAAAA!!!!!!

            Una explosión gigantesca se oye en el cielo y fuegos artificiales verdes, blancos y rojos se dejan ver en todo su esplendor. Uno tras otro, en perfecta armonía con el beso que se dan nuestros enamorados. 

            Al mismo tiempo los mariachis suben a la tarima tocando al ritmo de Cielito Lindo. Y la fiesta sigue a todo lo que da. De los puestos de comida se desprenden los aromas más deliciosos. Unos dulces, como el de la miel de piloncillo con naranja de los buñuelos, recién hechos. O el de los camotes, bien calientitos. Y otros salados, a orégano y al caldo del pozole; o el de la nogada de los chiles tan bien decorados que nomás de verlos se le hace a uno agua la boca. A epazote y chorizo, de los frijolitos charros. Y el de los pambazos, y las quesadillas. Y el de los tamales…verdes, rojos y de mole. Y el atole…de todos los sabores y colores.

            Miguel y Lupita comen de todo un poco, bailan, rien, cantan, son felices. Pero hace dos meses que no se ven, y ya les anda estar solos. Así es que después de un rato, se voltean a ver con esa mirada cómplice que solo ellos conocen y sin decir más salen del fiestón camino a casa.

            Cada vez caminan más rápido y ya llegando, abren la puerta a toda velocidad. La ropa de uno y del otro va cayendo al piso dejando huella de la urgencia mientras se dirigen hacía la habitación y en eso, Miguel, de la nada, le dice a Lupita:

            -A chingao, ¿dónde dejé el dinero de la vaquita mi amor, te lo di?

            -¿Qué dinero corazón?, a mi no me diste nada.

            -¡¡¡No manches Lupita!!! ¡¡¡Nos fuimos al grito y no recogí la vaquita!!! ¡Por una vez acabo primero la lotería y no fui por mis ganancias! ¡Te das cuenta Lupita, me lleva el puritito demonio, hora si, se va a armar, voy corriendo!

            -¡¡Qué vas ni que vas!! te quedas que, ya mira cómo estamos. Ora si que me dejas desvestida y alborotada, te quedas y te quedas. Punto.

            Y se le acerca, bien pegadita, como cuando bailaron la quebradita.

            Y lo besa.

            Y en efecto…se quedó.

            Ya será el próximo año. Mientras tanto…

            ¡¡Qué viva México, si señor!!

3 comentarios en “El Grito”

  1. MUY LINDO LO, Y JUSTO PARA ESTA FECHA TAN SIGNIFICATIVA PARA NOSOTROS LOS MEXICANOS, ME ALEGRA MUCHISIMO QUE ESTES VOLVIENDO A ESCRIBIR, SIGUE ADELANTE Y SORPRENDENOS CON TUS RELATOS.

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