Feliz Cumpleaños

Ayer tuve mi primer pleito con Pierre.

Bueno, no fue exactamente un pleito pleito, fue más bien como una discusión. Medio fuerte, pero discusión.

Ya sé…ayer fue mi cumpleaños y no era el mejor día para estar discutiendo, pero ya que les cuente me entenderán (eso espero…si es que no le dan la razón a él…vamos a ver…).

En fin, ahí va la historia:

Resulta que desde hace como 3 semanas (o sea, casi que cuando acababa de llegar a vivir aquí), Pierre decidió que festejáramos mi cumpleaños con amigos. Yo le dije que con qué amigos, que yo aquí no tengo amigos y justamente me contestó que para eso quiere invitar a sus amigos, para que los conozca y así sean también mis amigos. No está muy clara mi explicación, pero no sé de que otra forma pueden entender mejor.

 El caso es que se pone a hablarles a varias personas por teléfono, invitándolos porque (según lo que me dijo, porque hablaba en francés y como ya les dije yo no hablo francés todavía) quiere que conozcan a su novia y que aprovechando que va a ser mi cumpleaños me quiere organizar una reunión y bla, bla, bla. Y todos dicen que sí y ponemos la fecha, el 27 de enero a las ocho de la noche (es lunes, pero Pierre dice que no importa…).

Las semanas pasan…que por cierto, después de que varios de ustedes me dieron unos consejos buenísimos, ya me inscribí a la escuela a la Alianza Francesa y ¡empiezo el primero de febrero! También me fui a la librería y me compré un libro de la Sirenita y otro de Hansel y Gretel, que porque según que los cuentos para niños son muy buenos para empezar con un idioma. Me tuve que comprar también un diccionario, porque aunque ya conozco la historia, no entendía casi nada, buscaba una palabra sí y la otra también… Me hice una lista de vocabulario, me pasé toda una tarde en eso, pero muy bueno el consejo, ¡gracias! Y luego también me puse a ver la tele otro día en la mañana. Un programa que se llama “Les Feux de l’Amour” que en español será algo así como “Los fuegos del amor” pero en inglés es yo creo que “General Hospital” o yo que sé, alguna de esas telenovelas gringas que llevan siglos en la tele y en donde no pasa nada de nada…Perdón, pero ahí si que paso. La vi ese día y no supe si reír o llorar…Yo que trabajaba como loca en México ahora me paso la mañana viendo novelas gringas de cuarta…¡qué depresión! Así es que no. Mejor al otro día me salí a la calle y me fui a pasear. Ya había ido a ese barrio con Pierre, queda bien cerquita a pie de nuestro estudio, pero volví a ir porque me encantó.

Se llama “Les Marais” y hay unas tiendas padrísimas, súper locas y originales. ¡Hasta hay una sex shop buenísima! Se llama “Passage du Désir” (busqué en el diccionario y passage quiere decir paso, así es que “El paso del Deseo»). De afuera se ve así bien chic, es color violeta y ni te imaginas lo que hay al interior…pero entras y ¡wow! Tiene lámparas fosforescentes, lucecitas por todos lados y venden ¡de todo! Desde libros hasta los gadgets más raros…de formas que ni sé imaginan (o a lo mejor sí se imaginan, no sé…). Yo que leí Las Cincuenta Sombras de Grey pues ya había oído hablar de algunos de esos artefactos, pero de ahí a verlos en vivo y en directo es otra cosa… pero bueno, ¡cómo me divertí! No compré nada porque me dio nervio que me pasara otra vez lo de la panadería, o que me preguntarán algo y quedarme en la tonta, y por cierto, ¿qué creen? regresé a la dichosa panadería. Pero con Pierre. Le quería enseñar a la señora gruñona y ese día no estaba. Quién sabe…había una jovencita que era mucho más amable. ¡No lo podía creer! Eso sí, él se rió de lo lindo imaginándose la escena… grr! Ya me animaré a ir sola otro día.

Saliendo de la tienda que les cuento me moría de hambre (¡no se rían!) así es que me fui a comprar un fallafel que ya me había dicho Pierre que estaban buenísimos, pero el día que fui con él como era fin de semana, había muchisísima cola y nos dio flojera. Aproveché que esta vez fui entre semana y no había tanta gente. Por suerte que es lo único que venden en el puesto, así es que solo tuve que hacer el número uno enseñando un dedo y luego a todo lo que me preguntaba el señor (supongo yo que si le ponía esto o aquello) yo contestaba que “oui” y ya está. Pues sí que tenía razón mi amorcito. Estaba delicioso…hasta chilitos tenía, col, pepinos,  berenjenas, una salsita blanca deliciosa y un pan árabe ultra suavecito y bien calientito. ¡Con el frío que hacía me cayó de maravilla!

No bueno, ahora sí que se me fue el santo al cielo. Estaba hablando de mi fiesta y acabé hablando de sex shops y de fallafel en «Les Marais»… no les digo que estoy de lo más distraída, pero ya, regreso al tema.

Total que les decía que pasó el tiempo y entre más se acercaba la fecha yo más nerviosa me ponía. Primero porque me daba terror conocer a los amigos de Pierre que son todos franceses y no poder comunicarme con ellos. Esperaba dentro de mí que hablaran todos inglés, aunque sea un poquito, para poder tener una plática más o menos normal y no el típico:

 -Ça va ?

 -Oui, ça va.

Y ya…luego la gente se me queda viendo como si fuera de otro planeta o medio retrasada mental y ponen esta sonrisita a medias y en cuanto pueden se voltean y hablan con alguien más…una sensación de lo más agradable que no le deseo ni a mi peor enemigo…

Y luego, porque Pierre quería que preparara botanas así bien mexicanas y comprar cervezas Corona y hacer no se cuantas cosas más y yo no estaba segura de que fueran a llegar todos Una reunión en lunes, día de trabajo, en pleno Paris, seguro no iba a venir nadie…

Así es que de lo más normal le pedí que por favor confirmara con sus amigos. Y ahí empezaron los problemas.

El insistía en que eso NO se hace en Francia; que si los amigos tuvieran un problema ya nos llamarían y yo le decía que NO me importaba, que si no confirmaba yo no iba a preparar nada de nada, que no iba a cocinar si no iban a llegar los invitados. Que yo estaba acostumbrada a confirmar unos días antes y luego el mismo día mandaba un whatsapp para que no se le olvidara a la gente. Y el montado en su burro de que no y no y yo montada en el mío de que sí y sí.

Y así estuvimos varios días. Discutiendo, como ya les dije. Hasta que llegó el lunes, o mejor dicho, ayer. Yo no había preparado nada y el se fue muy molesto a trabajar y dijo que por última vez me pedía tener todo listo.

Se fue y me quedé piense y piense. Por fin decidí comprar botanas, preparar un guacamole y comprar las cervezas, pero y ya. De verdad estaba segurísima que no vendría nadie, o casi nadie.

Me la pasé el resto del día hablando por Skype con mis amigas y mi familia en México. Pierre regresó a las seis y media y cuando vio que todo estaba a medias se puso súper enojado. Rápido limpió, acomodó todo y se preparó. Yo viéndolo de reojo sin decir ni pio…

A las ocho en punto sonó el timbre. Los primeros invitados llegaron. Unos tras otros fueron tocando y a las ocho y veinte ya estaban todos. Todos con flores, algo de comer o de tomar y con regalos para mí.

Y yo con la cola entre las patas…

¿¿¿Alguien me puede explicar de dónde salieron estos franceses que no necesitan confirmación???

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La Boulangère

Este relato tuvo que ser en francés…(por más que traté, la panadera no quiso hablarme en español…) pero no se preocupen, ¡¡¡la traducción está abajo!!!

                           – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –

A deux pas du marché d’Aligre; plus précisément au 17, rue de Cotte, dans le onzième arrondissement de Paris, la lumière est allumée depuis longtemps.

Dehors, il fait encore nuit, mais bientôt il va falloir être prêts. Nous sommes samedi et tout le monde sait exactement ce que ça veut dire.

Madame Lambert le sait très bien, en tous cas. Elle ne réfléchit pas, elle agit. Passant devant les fourneaux, elle pousse le chariot plein de croissants et de pains au chocolat jusqu’à la boutique où elle a déjà tout nettoyé. Les vitrines attendent avec impatience d’être remplies de gourmandises et de leurs délicieux parfums qui attireront les passants et les feront commencer la journée en beauté.

Elle sort chaque pain un par un et le pose délicatement à sa place. Vite fait, bien fait, car elle sait qu’il lui restent encore plusieurs allers et retours à l’arrière boutique.

Même si elle est très concentrée, elle n’arrête pas de penser à sa journée d’hier. Sa matinée avait bien commencé, mais à midi tout à brusquement changé. Elle était en train de manger un sandwich fait par son mari, préparé avec la baguette la plus moelleuse et craquante qui existe, du bon jambon cru, de la mozzarella, des tomates séchées et des olives noires, son préféré du monde entier… quand soudain, elle a entendu sa dent craquer. Une douleur insoutenable a suivi. Elle a couru à toute vitesse aux toilettes pour se regarder dans le miroir. La couronne de sa molaire droite était cassée en deux. Et merde.

Pour faire une longue histoire courte:

Après avoir appelé sa fille pour qu’elle vienne la dépanner à la boulangerie et avoir tenu au courant son grognon de mari, elle monte chez elle en courant (elle habite au-dessus de la boulangerie, donc, c’était un trajet assez rapide). Jusque là, pas de problème. Elle appelle son vieux dentiste, dont elle aimerait se débarrasser un jour, mais bon, ça c’est une autre histoire… sauf qu’il n’est pas là. Elle entend la boîte vocale se mettre en route et la voix charmante du dentiste qui explique que le cabinet est fermé jusqu’au 13 janvier. Nous sommes le 8, ça tombe très mal. Et encore merde. Elle appelle alors au hasard plusieurs dentistes du coin, mais aucun ne veut la prendre en urgence (et oui, en France, les cabinets dentaires prennent en urgence uniquement les personnes qui sont déjà des patients, chose que Madame Lambert n’est pas…) Bref. Pas de dentiste.

Pour finir, notre chère Madame Lambert passe toute son après-midi et la moitié de sa soirée à attendre à l’Hôpital Universitaire Pitié Salpêtrière dans le treizième arrondissement de Paris. Pour rien.

Elle repart avec sa molaire toute nue (sans couronne) et avec une ordonnance d’Efferalgan pour passer le week-end.

Autant vous dire que même si elle reste concentrée ce matin en faisant parfaitement, comme d’habitude, son travail à la boulangerie, elle a mal. Et elle est de très mauvaise humeur.

Finalement tout est prêt. Elle prend son sac et sort le fameux Efferalgan. Elle l’avale avec un grand verre d’eau en espérant qu’il fasse effet rapidement et ouvre la boutique. Il est sept heures.

Les gens attendent dèjá dehors. Il fait beau (pour un 9 janvier) et tout le monde est prêt à faire son marché: Bien sûr, en passant, ils achètent de quoi prendre un délicieux petit-déjeuner ainsi que le pain qu’ils emporteront chez eux.

Et oui. La boulangerie Lambert est connue et reconnue pour son pain bio pétri à l’ancienne, pour la quantité et la qualité de choix de produits et de farines différentes, et pour son pain au chocolat qui vous transporte dans un monde merveilleux où tous les rêves deviennent réalité.

 A dix-huit heures elle n’en peut plus. Elle voudrait être chez elle, en train de boire un bon verre de vin en regardant «The Voice» à la télé, assise sur son beau canapé bleu… Mais non, elle a encore deux heures devant elle, debout derrière sa caisse, à supporter son maudit mal de dents.

A ce moment là, la porte coulissante s’ouvre et une jeune femme un peu nerveuse rentre. Elle se tient loin de la caisse de Madame Lambert et d’une voix pas rassurée du tout lui demande:

-Bonjour Madame, une baguette s’il vous plaît.

Madame Lambert ne comprend pas un mot de ce que la fille est en train de dire. Elle sent l’impatience arriver. Elle lui redemande:

-Une quoi Mademoiselle ?

-Une baguette, répète la jeune femme, un peu plus angoissée.

La, elle croît comprendre le mot baguette, mais la prononciation de la jeune femme est tellement mauvaise et elle a si mal que elle n’arrive plus à réfléchir. Elle voudrait lui demander de partir, mais au lieu de ça elle lui répond:

-Non, je ne comprends pas… Montrez-moi ce que vous voulez. 

La fille s’avance doucement (trop doucement au goût de Madame Lambert) et avec un doigt hésitant lui montre les baguettes qui restent dans un panier placé à côté de la caisse.

-Ahhh, je comprends mieux maintenant. Vous voulez une baguette !

Elle en prend une du panier, l’emballe avec un papier blanc en mettant du scotch par dessus et la donne à la fille qui a son tour lui donne la monnaie exacte pour payer.

-Merci Madame.

A peine fini de remercier la boulangère, la fille sort à toute vitesse.

Dès que la porte se referme, notre chère madame Lambert pousse un cri.

Nous ne saurons jamais si c’était un cri de soulagement ou de douleur car ici même se termine notre histoire.

 

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A dos pasos del mercado de Aligre, más precisamente en el número 17 de la calle de Cotte, en el barrio once de Paris, la luz está prendida desde hace mucho tiempo.

Afuera es de noche todavía, pero pronto habrá que tener todo listo. Hoy es sábado y ya sabemos lo que quiere decir eso.

Madame Lambert lo sabe, en todo caso. No piensa. Actúa. Empujando el carrito lleno de medias lunas y panes de chocolate, pasa delante del horno y llega a la tienda en donde ya ha limpiado todo. Las vitrinas esperan con impaciencia para ser llenadas con los panes y sus deliciosos aromas que atraerán a los pasantes y les harán comenzar su día como se debe.

Saca cada pan uno por uno y lo acomoda con cuidado en su lugar. Rapidito, porque sabe que le falta todavía dar varias vueltas a la trastienda antes de terminar.

Aunque está muy concentrada, no puede dejar de pensar en su jornada de ayer. Su día empezó muy bien, pero a media mañana todo cambio bruscamente. Se estaba comiendo su deliciosa torta preparada por su marido, hecha con el pan más crujiente y suave que existe, con jamón crudo, mozarela, tomates secos y aceitunas negras, su preferida del mundo entero….cuando de repente, oyó un crujido en su boca. Un dolor insoportable la hizo correr a toda velocidad al baño para verse en el espejo. La corona de su molar derecho estaba partida en dos. Mierda.

 Para ir al grano:

Después de hablarle a su hija para que viniera a ayudarle y de avisarle a su marido gruñón, sube corriendo a su casa (vive arriba de la panadería, por lo que no fue un trayecto muy largo). Hasta ahí, todo bien. Le habla a su dentista, el viejito, del que se quiere deshacer algún día (pero esa es otra historia), solo que no está. Escucha la mensajería vocal y a la carismática voz del dentista que anuncia que el consultorio está cerrado hasta el 13 de enero. Estamos a 8… Re-mierda.

Toma su teléfono y llama al azar a varios dentistas del barrio, pero ninguno quiere recibirla en urgencia (sí, en Francia, los consultorios dentales solo toman emergencias cuando la persona ya es paciente, cosa que Madame Lambert no es). En resumen, no hay dentista.

Para terminar, nuestra querida Madame Lambert pasa toda su tarde y parte de la noche esperando en las Urgencias del Hospital Universitario « Pitié Salpêtrière » en el barrio trece de Paris. Para nada.

Sale de ahí con su muela desnuda (sin corona) y con una receta de paracetamol para pasar el fin de semana.

No hace falta decirles que aunque está concentrada y hace perfectamente, como de costumbre, su trabajo en la panadería, la muela la duele; y está de malas.

Por fin está todo listo. Agarra su bolsa y saca el bendito paracetamol. Se toma una pastilla con un vaso grande de agua esperando que haga efecto rápidamente y abre la tienda.

Son las siete en punto.

Ya hay gente está esperando afuera. Hace un lindo día (para un 9 de enero) y todo el mundo está listo para ir de compras al mercado: de pasada se compran algo delicioso para desayunar y el pan que llevarán más tarde a sus casas.

Sí. La panadería Lambert es conocida y reconocida por su pan orgánico amasado a la antigua; por la calidad y la variedad de sus productos y de harinas diferentes, y por su pan de chocolate que te transporta a un mundo maravilloso en dónde todos los sueños se hacen realidad.

A las seis de la tarde ya no puede más. Quisiera estar en su casa tomando una buena copa de vino y viendo «La Voz» en la tele sentada en su cómodo sillón azul… Pero no. Tiene todavía dos horas delante de ella, parada detrás de la caja soportando su maldito dolor de muelas.

En ese preciso instante, se abre la puerta corrediza y una chica un poco nerviosa entra. Se para lejos de la caja de Madame Lambert y con una voz nada segura de sí misma dice:

-Bonjour Madame, une baguette s’il vous plaît.

Madame Lambert no entiende ni una palabra de lo que la joven está diciendo. No tiene mucha paciencia. Le pregunta:

-Une quoi Mademoiselle ?

-Une baguette, le repite la muchacha, cada vez más angustiada.

Ahí, Madame Lambert cree que comprendió la palabra «baguette», pero la pronunciación de la chica es tan mala y el dolor tan fuerte que no tiene fuerzas para pensar. Quiere decirle a la chica que se vaya, pero en lugar de eso le contesta:

-Non, je ne comprends pas… Montrez-moi ce que vous voulez.

La joven se acerca despacio (demasiado despacio para Madame Lambert) y no muy convencida le enseña con su dedo las baguettes que quedan en una canasta situada al lado de la caja.

-Ahh, je comprends mieux maintenant. Vous voulez une baguette !

Saca una de la canasta, la envuelve con un papel blanco y le pone un pedazo de diurex por encima. Se la entrega a la chica que a su vez le da el dinero exacto para pagar.

-Merci Madame.

La chica da las gracias y sale casi corriendo de la panadería.

Justo cuando la puerta se cierra, nuestra querida Madame Lambert pega un grito.

Nunca sabremos si fue un grito de alivio o de dolor, porque aquí mismo se termina nuestra historia.

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Propósitos de Año Nuevo

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Estamos a 10 de enero y no he hecho mi lista de propósitos de año nuevo.

Lo he estado piense y piense, y nada. No porque no tenga propósitos, sino más bien es que no sé bien si debo o no ser sincera con ustedes.

Porque seguramente ustedes pensarán que tengo estos propósitos maravillosos, llenos de poesía y aventuras increíbles…Propósitos sensatos e intelectuales… Algo así como ir por el mundo salvando almas perdidas, o no sé, lanzarme de un avión en pleno desierto para comunicarme con mi yo interior, o aunque sea algo como dar la vuelta de Luxemburgo en bicicleta, dos veces. O ya, mínimo, amar a mis enemigos…Pero no.

Y es por eso que no sé si decirles. Porque mi lista no tiene nada que ver con cosas extraordinarias. Es más, ni siquiera tengo lista.

Yo lo único que quiero es lograr salir de mi casa sin tener miedo.

Ese es mi propósito. Ya. Lo dije. ¿Ven a lo que me refiero? ¿¡Quién tiene como propósito de año Nuevo lograr salir de su casa sin tener miedo!?

Es que sí. Si estuviera en México querría lo mismo de todos los años y que TODO el mundo quiere: Bajar de peso, dejar de fumar, hacer ejercicio, y todo el bla, bla, bla, tralali y tralala. 

Pero no estoy en México. Y eso ya cambia MUCHAS cosas.

¡Y ahora querrán saber qué diablos hago fuera de México si tengo miedo de salir de mi casa! Pues es una buena pregunta, para la cual tengo una MUY buena respuesta (bueno, en todo caso, para mí es una buena respuesta):

No estoy en México, sino en Francia, o más precisamente, en Paris, por la sencilla razón de que mi novio es francés y hace dos semanas y media que vivo con él.

Yo decidí venir, si les interesa saber. El decía que nos esperáramos, que era muy pronto, que no nos conocemos lo suficiente, que no hablo francés, que no voy a poder trabajar, y otras tantas cosas que ya ni me acuerdo, pero cuando le dije que entonces si no estaba dispuesto a tratar que ahí la dejábamos, cambio de parecer y se puso como sedita. Y aquí estoy.

Dejé todo allá. Mi trabajo, mi departamento, mi coche, y lo más importante, mis amigos y mi familia. Todo por amor a mi francés. Porque sí, lo admito. Estoy bien, pero bien enamorada.

Lo conocí en una fiesta y aquí entre nos, desde que lo vi me gustó. Es que está bien buenote, la verdad. Tiene unos ojos verdes de uff, es alto y delgado y con un cuerpazo. Y una boca así bien cachonda. Y luego baila padrísimo. Así como rock & roll. Y cuando me habló y oí su acento francés tan sexy, ya, caí; pero enserio. Y además, la cereza en el pastel: es simpático.

Con él no tengo que fingir. Puedo ser yo misma. Nunca me he sentido juzgada. Al contrario. Escucha mis historias familiares sin chistar, me hace preguntas, me platica de él…Nos reímos mucho.

Los dos meses que estuvimos juntos en México fueron intensos, en todos los sentidos. Yo vivía sola (sin estar casada, y sobre todo viniendo del pueblo de donde yo vengo, no era lo que se llama “lo más normal”. Mis papás nunca estuvieron de acuerdo, pero lo aceptaron porque conseguí un buen trabajo en el D.F. y no les quedó de otra…) Así es que nos la pasamos de viaje todos los fines de semana. El estaba en una misión de su trabajo en México por dos meses. Por suerte lo conocí justo al principio y pudimos disfrutar al máximo su estancia.

¡Quién iba a decir que iba a conocer más mi país en esos meses que en todo lo que llevo de vida! Morelia, Pátzcuaro, Oaxaca, Acapulco, Puerto Escondido, San Miguel de Allende, Guanajuato…Fue algo así como un sueño. Nos íbamos en autobús los viernes por la noche. “Dormíamos” durante el trayecto, y a las cinco de la mañana o por ahí ya estábamos en nuestra destinación. Alquilábamos un cuarto en cualquier hotelito y pasábamos el fin de semana descubriendo, comiendo, bebiendo y haciendo el amor (que en ese momento todavía no podíamos hablar de “amor” como tal, pero qué bien nos la pasábamos…).

En fin. Después de dos meses se fue. Y yo que me creía muy macha y que pensaba que solo me estaba divirtiendo y pasándola bien, me la pasé llorando y pensando en él noche y día. Y yo creo que él también. Porque se la pasaba mandándome mensajitos a mi celular y hablábamos por Skype un día sí y otro también.

Seis meses después tuvimos la conversación que les platiqué más arriba. O intentábamos vivir juntos y a ver que pasaba, o nada, decidíamos que había sido una aventura maravillosa, pero y ya.

¿Ahora si ya entienden lo que estoy haciendo aquí?

No podía dejar pasar la oportunidad de vivir con el hombre de mi vida. Yo nunca había salido de México ni me imaginaba la belleza de ciudad a la que venía. Ya Pierre me había mandado fotos, pero la realidad es otra MUY diferente. Paris es la ciudad más romántica que existe (fuera de todos los miles de turistas, de los gitanos y del atasque en el metro, sin contar con la “amabilidad” de los parisinos). Caminar de la mano con mi hombre por la orilla del Sena viendo los edificios iluminados es lo mejor que me ha pasado.

Cuando estoy con él todo va bien. Más que bien. Pierre pide, Pierre me lleva, Pierre me trae, Pierre me platica, Pierre me abraza, Pierre me besa, Pierre se ríe conmigo…

Pero cuando no está empiezan los problemas. Yo que siempre fui tan independiente y según yo bien feminista…Sola aquí no soy nadie. No puedo hablar con nadie. Y eso es lo que me tiene aterrada.

Ayer me animé y fui a comprar pan a la panadería. La señora no tenía una cara así que dijéramos de súper buenos amigos, pero bueno, respiré profundo y me lancé:

-Bonjour Madame, une baguette s’il vous plaît (el s’il vous plaît admito que no me salió muy bien, pero lo demás, la verdad hasta me impacté de lo bien que lo dije)

 -Une quoi Mademoisselle ?

 -Une baguette. (Bueno…¿qué, esta señora esta sorda?)

 -Non, je ne comprends pas…Montrez-moi ce que vous voulez. (La mato…¿quiere que le enseñe lo que quiero? ¿Eso me está diciendo?)

 Así es que con mi dedito le señalo el pan que quiero.

-Ahhh, je comprends mieux maintenant. Vous voulez une baguette ! (¡¡¡¡¡ESO JUSTAMENTE ES LO QUE YO ESTABA DICIENDO!!!!! pinche vieja…)

 -Merci Madame.

Agarré mi baguette y me salí muy indignada.

Y ahora aquí estoy. Encerrada en mi casa. Sin ganas de salir a ningún lado. Y sin ganas de nada. Extrañando todo.

Okay…ya sé que estoy exagerando. Cuando le conté a Pierre se mató de la risa. Dice que ya a aprenderé a no hacerle caso a estos franceses antipáticos. Y que no todo el mundo es así…Y que cuando aprenda a hablar francés las cosas serán diferentes; y tendré amigos, y un trabajo…Y que todo vale la pena porque nos amamos. Y el amor es lo más bonito que existe.

Lo pensé muy bien y tiene razón. Yo escogí esto que estoy viviendo. ¡Y ninguna panadera me va a impedir ser feliz!

Y ahora tengo que volver a empezar mi lista de propósitos de año Nuevo…ya ven…¿para qué les dije?

Día de Reyes

No me lo tomen a mal, pero estoy confundido. Por varias cosas. Les explico:

Tengo nueve años y nunca, nunca había recibido regalos de los Reyes Magos que yo me acuerde. Es que ahí en el pueblo donde vivíamos antes yo era el único niño de mi escuela que hablaba español y pues a ninguno de los otros niños les llegaban regalos tampoco, así es que yo creía que eso era lo normal, o más bien ni creía nada, más bien ni sabía que podías recibir más regalos que los de Santa Claus.

Pues resulta que el año pasado nos cambiamos a vivir a una ciudad grande que se llama Lyon. Aquí voy a un colegio que se llama “Internacional”, por eso, porque hay niños de todos los países. Hay hasta niños que no hablan francés, ¿se imaginan? Y tienen clases especiales y luego como arte de magia empiezan a hablar en francés bien rápido. El caso es que cuando regresamos de las vacaciones de Navidad mi amigo Luis, que es español, me pregunta que qué me trajeron los Reyes, y yo le digo, ¿los Reyes? ¿Cuáles Reyes, de qué me hablas? Y el se queda con cara de ¿WHAT, no conoces a los Reyes Magos???? y yo, ¡pues claro que sí los conozco, si mi mamá pone un nacimiento todos los años y cuando voy a México hasta me he sacado fotos con ellos en un lugar que se llama “La Alameda” pero yo no sabía que traían regalos! y él me dice, pues habla con tu madre (los españoles de mi colegio dicen “madre”, no mamá, ni mami; aunque pensándolo bien prefiero mamá, porque mamie es mi abuelita francesa y mi mamá no es mi abuelita, ¿no?) pues me parece que alguien te ha hecho una buena farsa (broma, quería decir mi amigo). En fin, que regreso a mi casa y le digo a mi mamá que Luis me dijo que a él, y a TODOS los niños de España les traen regalos los Reyes, y yo fui a hacer mi encuesta y resulta que TAMBIEN a los mexicanos de mi escuela les traen regalos los Reyes y que por qué a mí NO me traen regalos…Y mi mamá que normalmente es así bien cool y encuentra respuestas a todo, se queda callada. Después de algo así como dos horas (o no sé bien, no uso reloj, pero se me hizo que pasó un buen de tiempo…) Dice:

-¿Los Reyes?, pero ¿por qué no había pensando en los Reyes? Tantos años de vivir aquí… ya no me acordaba de los Reyes…

Hablaba así como en bajito, como para ella misma, pero yo bien sabía que algo grave estaba pasando, porque se veía como apachurrada, bien triste. Y así se quedó pensando otro rato y luego de la nada me dice, casi a gritos:

-¡Pero claro, los Reyes Magos no saben que existes! Ellos van a España, o a México, pero si vives fuera, es lógico, ¡les tenemos que avisar que estás aquí!

Y yo le pregunto que si los Reyes Magos no quieren a los niños franceses o por qué no les traen regalos a ellos y ella me contesta que no sabe, que les pregunte en la carta que les voy a mandar para darles mi dirección y decirles que por favor me traigan regalos este año.

Así es que eso hice. Mandé una carta. Mi mamá dijo que ella conocía la dirección y voilà, ¡este año llegaron mis regalos! Pero los Reyes no contestaron a mi pregunta…y todavía no sé por qué los niños de aquí no reciben regalos como los de allá…

Y luego ese mismo día en la tarde casi me rompo un diente comiendo y mi mamá grita:

-¡Te sacaste al niño de la rosca, ahora te toca preparar los tamales!

Solo que:

  1. No estábamos comiendo ninguna rosca. Era algo que en francés se llama «Galette des Rois». Es redonda y está rellena como de una pasta de almendra. Hice un dibujo de como era para que vean lo que quiero decir:

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2. No me saqué a ningún niño. Me saqué una figurita de porcelana que se llama «fève». Era verde, en forma de rana (la caja de la dichosa galette decía: coleccione a los animales del jardín) y gracias a eso me pusieron la corona y fui Rey por un día.

3.¡No sé hacer tamales! Y nunca he visto a mi mamá hacerlos tampoco, solo los comemos cuando vamos a México, o cuando se los trae escondidos en la maleta…

Y a todo esto, se preguntarán qué me trajeron los Reyes, pues dos cosas que yo quería (un NERF última generación y un paquete de cartas YU GI OH) y otra cosa que nada que ver ahora si que completamente “hors sujet”…pero que me encantó y me hizo reír mucho (y que aquí entre nos, como mi mamá es escritora, sospecho que ella tuvo algo que ver con ese regalo, se me hace que conspiró con los Reyes, lo cual es parte de las cosas que me tienen confundido…) y como me caen bien, aquí se los dejo. Es un cuento:

El Lobo Feroz

Había una vez, un lobo que vendía pólizas de seguros. Contra incendios, contra desastres naturales, contra terremotos…Todos los seguros capaces de lograr que los propietarios de las viviendas vecinas vivieran tranquilos y en paz.

Era un muy buen vendedor. Tanto, que ya llevaba ganados varios premios del “vendedor del mes” en la empresa en la que trabajaba. Gracias a esos premios, había viajado por el mundo y conocido lugares maravillosos. Viajar era su máximo placer.

Ese mes, el ganador recibiría un viaje a Australia. A Sydney, para ser exactos. Su gran sueño.

Además de conocer un país que le parecía sencillamente mágico, podría visitar a su primo el canguro y pasear con su amigo el koala, que era tan simpático.

En fin, nuestro lobo quería a toda costa ganar el premio. Desgraciadamente, en esta ocasión, no había logrado vender todos los seguros que necesitaba para triunfar. En tiempo normal, el lobo no se habría preocupado, pero en ese momento en particular, el país estaba en crisis y la gente no quería gastar.

Para su suerte, tres nuevos habitantes acababan de llegar a la ciudad. Unos hermanos cerditos que estaban construyendo sus casas en los suburbios, no muy lejos de donde él vivía. Decidió que esa era su gran oportunidad, tendría que convencer a los cerditos aunque fuera lo último que hiciera. Con esas tres ventas, Australia estaba asegurada, ¡qué experiencia le esperaba!

El lobo se encaminó hacia el barrio en donde había oído que los cerditos estaban construyendo sus casas. Desde lejos los escuchó cantando y los vio trabajando, felices de la vida. Se quedó mirándolos un buen rato. No podía creerlo, ¡ese era sin duda su día!, las casas de los cerditos eran tan frágiles, que no le costaría nada persuadirlos de la importancia de comprar un seguro para protegerlas de cualquier intemperie. Solo la casa de uno de ellos se veía más estable y bien construida, pero a eso el lobo no le temía, por algo lo llamaban “el lobo feroz”. No había nadie mejor que él para convencer a los clientes indecisos.

Muy seguro de sí mismo, se acercó hasta donde se encontraban las construcciones de los tres cerditos. La primera casa que vio estaba hecha de paja. Se rió para sus adentros.

-¡Esto será cosa de niños! -pensó.

El cerdito más pequeño estaba fuera de su casa, jugando. El lobo se fue acercando y cuando ya estaba a punto de llegar, el cerdito lo vio y empezó a correr a toda velocidad.

-¡Cerdito, no te vayas, solo quiero hablar contigo unos minutos! -Le gritó el lobo, preguntándose que le habría picado al cerdo para huir de esa manera.

Como el cerdito no contestaba, el lobo comenzó a correr detrás de él. No lo podía dejar escapar, tenía que convencerlo como fuera.

Al llegar a la entrada de su casa, el cerdito se metió y dio un portazo tan fuerte que casi destruye la puerta.

El lobo comenzó a explicarle a gritos la razón de su presencia, las ventajas de su seguro y lo tranquilo que se sentiría una vez que lo hubiera comprado.

Se pasó varios minutos hablando solo. No obtuvo por respuesta más que un:

-¡Vete lobo, no pienso abrirte la puerta!

El lobo trató de persuadirlo diciéndole de la manera más suave posible:

-Pero cerdito…entiende…tu casa es muy frágil. Estoy seguro que puedo demostrártelo. Verás que si soplo, tu casa se desplomará, y entonces me creerás y un seguro necesitarás.

-¡Pues ni aunque soples te abro, vete de mi casa lobo!

Al lobo no le quedó otro remedio, que demostrárselo con la acción. Tenía la certeza de que cuando el cerdito se diera cuenta de lo frágil que era su casa, tomaría su oferta sin chistar.

Así que el lobo sopló, y sopló, y la casita del cerdito, derrumbó.

Ahí quedó el cerdito, parado en medio de los escombros de su casita de paja.

Se quedó unos minutos inmóvil, llorando, y cuando vio que el lobo se acercaba a él, salió como un cohete hacía la casa de su hermano, una casa hecha de palitos de madera.

-¡Cerdito, no corras! Lo siento, de verdad lo siento. Te ayudaré a reconstruir tu casa, por favor…solo necesito que me escuches!

El cerdito, en lugar de detenerse, aceleró su carrera y en un dos por tres, llegó a la casa de su hermano.

-¡Abre la puerta hermano, es un emergencia! -gritó.

La puerta se abrió. El cerdito entró velozmente y cerró con llave detrás de él lo más rápido que pudo.

El lobo no entendía nada de nada…Su técnica era infalible. ¿Qué habría pasado? No lograba comprender por qué razón el cerdito no quería escucharlo. Fuese lo que fuese, no se iba a desanimar, tenía que seguir tratando.

Así que, gritando, volvió a explicar el motivo de su presencia, se volvió a disculpar y pidió a los cerditos de la manera más cordial posible que le abrieran la puerta y lo dejarán entrar.

-¡No te vamos a abrir la puerta lobo! ¡Vete de nuestra casa! -le gritaron los cerditos.

-Pero esta casa también es muy frágil… necesitan uno de mis seguros para protegerla. Ya verán que si soplo, también cae desplomada -trataba de explicarles el lobo.

Al no obtener respuesta, el lobo volvió a soplar, y a soplar y, aunque esta vez tuvo que soplar un poco más fuerte, acabo por tirar también la casita de palitos de madera.

-Ahora sí me escucharán, pensaba.

Muy equivocado estaba. Los dos cerditos corrieron despavoridos a la casa del hermano mayor, una casa de cemento que se encontraba un poco más lejos, sobre una colina.

El cerdito mayor trabajaba en su jardín cuando los dos hermanos lo cogieron del brazo y lo llevaron dentro de la casa sin más explicación.

El lobo los seguía difícilmente. Le faltaba el aliento. No estaba acostumbrado a hacer tanto ejercicio y menos a perseguir cerditos que parecían locos de atar.

En esta casa había un timbre. Así es que respiró profundamente y lo tocó, esperando que el hermano mayor tuviera un poco más de sensatez que los menores.

Después de varios minutos oyó una voz:

-Sé que eres tú, lobo. Dime de una vez que quieres y vete.

El lobo suspiró y se lanzó a explicar paso a paso al cerdito mayor todo lo que no había logrado hacer entender a sus hermanos. Los diferentes seguros que vendía, la fragilidad de sus casas y la importancia de protegerlas. Explicó el derrumbe de las dos casas y dijo que estaba dispuesto a ayudarles a reconstruirlas.

Cuando el lobo terminó de hablar, la puerta se abrió y los tres cerditos salieron a su encuentro. El cerdito mayor reía y los otros dos no sabían qué hacer. Estaban escondidos atrás de su hermano.

En efecto, explicó el cerdito al lobo, todo había sido un gran malentendido.

Al partir a la ciudad, la madre de los tres hermanos les había aconsejado no hablar, ni abrir la puerta de sus casas a extraños. Era la primera vez que vivían solos y toda la situación les había hecho entrar en pánico. Lo que los pequeños no sabían era que el mayor ya había oído hablar del lobo y pensaba contactarlo.

Dicho esto, el cerdito invitó al lobo a pasar y tomar un té con ellos para hablar del problema.

Después de un rato, el lobo salió de la casa sonriendo.

-¡Australia, aquí voy!, se dijo satisfecho. Su reputación de “lobo feroz” seguía intacta.