Sin agua

¿No les ha pasado nunca que se levantan y se dicen a sí mismas: hoy va a ser un gran día. Luego se bañan, así, bien rico, con agua bien calientita. Le untan harto jabón al estropajo, de ese que huele delicioso, como a rosas recién recogidas del campo. Se toman su tiempo para enjabonarse, hasta se hacen masajito en las piernas, en los brazos y demás partes del cuerpo. Están todas llenas de espuma por todos lados y de repente, de la nada, se les va el agua?

¿No? Pues eso me pasó ayer y créanme que fue horrible. Ahí estaba yo en medio de mi regadera toda enjabonada gritando como una loca ¡Ey! ¡Alguien! ¡¿Quién diablos le apagó al agua?! ¡¿Qué pasa?! Obvio, sin obtener respuesta, pues claro, si vivo sola. Y en eso que me viene un flash back y me veo a mi misma entrando a mi edificio, viendo un papel pegado en la entrada, así bien grande y leyendo que decía: Estimados habitantes de este edificio (o algo por el estilo): Por este medio les informamos que el día de mañana, martes 25 de abril de 2023, no habrá agua de 10-12 am, debido a que vendrán a limpiar el tinaco. Gracias por su comprensión. 

¿Gracias por su comprensión? No manchen, a las 10:30 de la mañana, enjabonada de pies a cabeza, no había comprensión alguna. Mi mente pedía venganza. Así es que como pude me medio quité el jabón con las manos y luego con una toalla y ya medio seca me envolví en ella y corrí hacía la ventana del cuarto de atrás, ese que uso como bodega, o como oficina, o como cuarto de visitas, dependiendo de las circunstancias, y que da al estacionamiento, de donde se ve la azotea del edificio y una parte de ese bendito tinaco. Una vez ahí, la abrí, me asomé y con todas mis fuerzas grité: ¡a quién se le ocurre limpiar el pinche tinaco a esta hora cuando hay gente que trabaja! ¡Existe gente limpia! ¡Qué tienen en la cabeza! ¡¿No podían escoger otro momento?! ¡Se pasan!

Y en eso que se asoma uno de los trabajadores. Yo ahí envuelta en mi toalla y él… ¿cómo decirles? Un adonis. No lo alcanzaba a ver muy bien porque mi edificio tiene 7 pisos y yo vivo en el segundo, y pues se imaginarán que ver claramente a alguien hasta la azotea, estaba medio complicado, sobretodo que no veo de lejos sin mis lentes y por supuesto que no los traía puestos. Pero ya con oír su voz me bastó para saber que estaba a punto de meterme en grandes problemas.

  • Señorita, lo siento, de verás. Se les informó desde hace varios días que hoy no habría agua en el edificio. ¿No vio el papel que pegamos en la entrada?

Era la voz del locutor de radio que amaba con todas mis fuerzas cuando era una adolescente: la de Toño Esquinca, de Toño Esquinca y la muchedumbre, ¿sí saben de cuál programa hablo? Sin conocerlo, su voz me habló en sueños durante años, diciéndome las cosas más sensuales. Su voz me llevó al paraíso y de regreso y ahora me hablaba directamente desde la azotea de mi edificio. 

  • No joven, no vi ningún papel, le contesté con voz medio temblorosa de los nervios (además de que no estaba dispuesta a aceptar delante de él que si lo vi y que tengo una memoria de chorlito y que por supuesto que cuando lo leí ni me fijé bien en la fecha, ni en la hora, ni le di importancia alguna). Pero bueno, si usted dice que lo anunciaron pues será cierto. Le creo. ¿les falta mucho para terminar?

Claro que lo que quería en ese momento era seguir escuchando esa voz entre ronca y sexy que tanto me gustaba.

  • Una media hora. Pero no podrá utilizar el agua hasta dentro de unas dos horas.
  • O sea, que ustedes se van en media hora, o hasta dentro de dos horas, no me quedó claro joven (lo único claro es que yo quería seguir escuchando esa melodiosa voz).
  • Pues mire, nosotros nos vamos dentro de unos 40 minutos. 

Cuarenta minutos. Poco tiempo para elaborar un plan macabro y poderlo llevar a cabo. Plan que incluía poder terminar mi limpieza y arreglo personal, vestirme como una diva y estar enfrente del edificio a tiempo para poderle ver la cara a mi nuevo galán.

Cerré la ventana sin contestarle. Cogí mi celular y rápidamente le marqué a la Mari, que vive a dos edificios del mío. Mari es mi amiga con la que hago zumba . O más bien, ella es la maestra y yo, pues voy a sus clases. La conocí porque fue a dejarnos unas tarjetitas al salón y pues me dije que por qué no. Me hacía falta hacer ejercicio y resultó que somos vecinas, pues que mejor. Da sus clases los lunes de 8 a 10 en la sala de su departamento, así es que ni excusas podía poner, puesto que los lunes descanso. Mueve todos los muebles y en el cacho que queda nos instalamos. Tiene muy buenas coreografías, la verdad. La última que nos puso fue la canción esa que la Shaki le escribió al Piqué. Nosotras bien empoderadas la cantamos bien fuerte al tiempo que hacemos los pasos. Tanto nos emocionamos que el otro día el vecino de abajo de la Mari vino a mentárnosla. Estaba no furioso, lo que le sigue. Que si pinches viejas locas ya me tienen harto todos los lunes con su desmadre. Que si ahora si se pasaron de lanzas con su coro: parecen hienas en celo… Que si ya lo estoy pensando y ahora si te pongo una demanda, vas a ver. No, bueno, les juro que nos dijo de todo. 

Por suerte me contestó luego luego y en cuanto le expliqué la situación me dijo que por supuesto, que podía usar su baño. Así es que me puse unos pants, y unos zapatos tenis. Metí mi ropa y mi maquillaje en una bolsa y salí en friega.

Para esto con todo el rollo de la voz angelical del güey este obvio se me salió de la cabeza de chorlito que tengo que tenía que estar ya en camino para ir a chambear. Y que mi primera cita ese día era la señora Rosalía, que es bien especial y siempre quiere que la atienda temprano para estar lista y preciosa para ir a su clase que toma en el Museo de Antropología. Una clase para señoras nice en dónde disque aprende mucho sobre la historia de México y las culturas prehispánicas. ¿Para qué necesita ir peinada como si fuera a una fiesta en Palacio Nacional? No sé, lo único que a mi me importa es que se vaya encantada para que me de una buena propina y claro, regrese. 

Y más que todo eso para que hable bien de mi a sus conocidas y amigas. Tipo que cuando le digan en el Museo que ay, qué guapa te ves Rosalía, me ENCANTA tu peinado, ella pues luego luego les de mi nombre y el nombre del salón y así tenga yo cada vez más clientas de alto standing.

Digo eso no por ser mamona, la neta. Pero sí acepto que esas señoras pudientes luego cuando las tratas como reinas y les gusta tu trabajo son bien espléndidas con sus propinas. Lo único malo es que luego cuando vienen seguido te empiezan a contar sus vidas, así como si estuvieran en terapia y te vas enterando de cada cosa…No digo que no me guste el chisme, me fascina. Pero luego es complicado cuando me toca peinar justo a la persona de la que me acaban de hablar y ella me cuenta su versión de la historia, pero yo me se otra…¿si me explico? Cómo hacer para que no se de cuenta… porque eso sí, de mentirosa tengo muy poco. O sea, sí soy, pero mala…como que no se poner cara de sorpresa, así como de WTF cuando no estoy sorprendida… 

En fin, que en eso no estaba pensando en ese preciso momento, porque como les digo, en ese momento en que corría a casa de la Mari no me había acordado todavía que tenía que estar camino al salón.

No, sólo podía pensar en que en 40 minutos iba a conocer al hombre de mi vida. Llegué a casa de la Mari sin aliento. De tanto apurarme sentía que no podía respirar correctamente, pero no le di importancia. Toqué el timbre y en cuanto se abrió la puerta entré al edificio y en chinga me eché los tres pisos por las escaleras (no había de otra, de todas maneras la Mari no tiene elevador). La puerta estaba abierta, así es que sin más, entré gritando: 

  • ¡Mari, soy yo, me URGE usar tu baño porfis!

Mari me contestó desde su cuarto que sí claro, que pasara y que me había dejado ahí una toalla.

  • Perdóname que no salga, amiga, pero ando en friega, me tengo que ir a la chamba, ya se me hizo tardísimo. Estás en tu casa. Cuando termines cierra porfa, solo le tienes que poner el seguro por dentro a la puerta.

Ahora que les platico me doy cuenta de que eso que me dijo era claramente una señal de alarma para que yo me dijera a mi misma, wey, tu también tienes que chambear, que esperas… pero, como ya dije, mi cabecita no daba para tanto mientras me desvestía, me metía a la regadera, y, ahora sí, podía bañarme como dios manda. 

Para no hacerles el cuento largo, me vestí, me arreglé el pelo, me maquillé y estuve lista en un santiamén. Cuando salí del baño vi que la Mari ya se había ido. De su cocina salía un olor a café recién hecho que no pude resistir. Por suerte todavía quedaba un poco en la cafetera así es que con su permiso me serví una taza y de la bolsa del pan dulce saqué media concha que quedaba, que aunque ya estaba medio durita todavía estaba comible. En seguida procedí a chopear la concha en el café y cinco minutos después estaba cerrando la puerta y regresando, lista para el éxito.

Cuarenta minutos exactamente después llegué a la puerta de mi edificio. 

Me paré en la calle tipo estaba aquí por casualidad, obvio, para que no se dieran cuenta cuando salieran de que los estaba esperando

Cuarenta y un minutos exactamente después de llegar a la puerta de mi edificio, sonó mi teléfono. 

Cuando vi quien era casi me da el soponcio. Mi memoria regresó a mi completita y me cayó por fin el veinte de lo que les he dicho ya varias veces, y que en ese momento no recordaba: eran las 11 y 20 minutos. Hacía veinte minutos que la señora Rosalía me estaba esperando. Y no estaba lo que se diga así, súper contenta.

  • ¡No manches Meche, te pasas! Espero por ti que tengas una excusa nivel Dios. La señora Rosalía está que echa chispas.
  • Ay Dios, te juro por esta que se me salió de la cabeza por completo. Dile que voy para allá, que estoy en 10 minutos, y que por supuesto el peinado será gratis por el inconveniente. Me quedé sin agua y fue todo un desmadre, Luchis. Porfis, de verdad, dile que lo siento. Voy corriendo.

Sin pensar más nada, di media vuelta y lo más rápido que pude llegué al metro. Por suerte queda justo en la calle de atrás de la mía y por suerte, sólo son cinco estaciones hasta el salón. Ya en el andén, me acordé del por qué se me había hecho tarde y no pude más que sonreírme a mi misma. Una de esas sonrisitas tímidas medio tristonas…entre azul y buenas noches.

A esa hora no hay tanta gente, así es que decidí meterme en la parte mixta, no tenía caso desgastarme caminando de más hasta los vagones exclusivos para mujeres.

Entre al metro en modo autómata. No me fijé que se me había caído mi sweater que traía colgando. Ni vi a un chico en uniforme de trabajo recogerlo. Ni lo vi venir hacía donde estaba yo sentada. Lo único de lo que me enteré, es que. en ese segundo, mi vida entera dio un giro. No había duda, era esa voz la que clarito me decía:

  • Señorita, disculpe, creo que se le cayó esto.

Continuará…

El Grito

Tabla: Lista.

Frijolitos: Listos.

Vaquita: Lista. ¡Va a estar buena…hay harta gente!

Concentración: Total.

            El gritón está a punto de dar inicio a la cantada.

            No señoras y señores. No el gritón del grito. Sí, estamos a 15 de septiembre. Y sí, estamos festejando la Independencia de nuestro México, Lindo y Querido. Pero todavía no es la hora, por lo menos no de ESE grito.

            Este es el otro. Ese que Miguel está esperando desde el año pasado que estuvo a punto de llevársela. Solo le faltaba una imagen. 

            Miguel no es un buen perdedor. Le prometió a Lupita que si este año pierde OTRA VEZ no hará berrinche, pero no está muy seguro de poder cumplirlo…y si no le cumple Lupita sí que le cumplirá lo que le dijo: Nada de nada después de la fiesta…y eso sí sería fatal. 

            No, porque no ganarse la vaquita es una cosa, pero una noche sin el amor de Lupita si que no podría soportarlo. Sobre todo ESTA noche. La noche de su rencuentro. Dos meses separados es mucho tiempo.

            -¡Corre y se va corriendo! ¡Hecho el tiro nadie más!

            Miguel se olvida por unos momentos de su Lupita y pone sus oídos a trabajar a la máxima potencia.

            -¡Pórtate bien cuatito, si no, te lleva el coloradito!

            Ja. Fácil y requetefácil. El diablito. Chin. No la tiene.

            -¡Las jaras del indio Adán, a donde pegan, dan!

            Las jaras. Tampoco… 

            -¡La Cobija de los Pobres!

            El sol. ¡Sí lo tiene! Un frijolito en su lugar.

            -¡La barriga que Juan tenía era empacho de Sandía!

            ¡Esa también! Otro frijolito. Empieza la cosa bien.

            Con lo que le gusta a Miguel la sandía. Es su fruta favorita. Seguro es una señal. No crean, Miguel sí que es bien pero bien supersticioso. Ya de por sí trae puestos sus calcetines de la buena suerte. Sí, esos que Lupita le regalo en su cumpleaños el año pasado.  Qué bien se la pasaron. Cayó que había fiesta en San Benito ese día, y como a la Lupita le encanta el bailongo, pues allá acabaron. Puras re buenas, pero la mejor fue la quebradita, eso que ni qué. Lupita se le acercó así bien pegadita y dieron unos brinquitos tan coordinados que hasta les hicieron ruedita. Bailaron hasta pasada la media noche y llegando a la casa le esperaba su sorpesa. Un paquetito con una tarjetita que decía: Ponte esto (y solo esto) y te espero en dónde ya sabes. Ya se imaginarán la velocidad a la cual Miguel abrió su regalo y para su gran sorpresa se encontró los dichosos calcetines. Azules con coranzoncitos blancos bordados a mano. Sin pensarlo dos veces Miguel se quitó toda su ropa y se los puso. Corrió hasta la habitación en donde sabía lo esperaba su Lupita y abrió la puerta.

            -¡Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente!

            Y eso, que por andar pensando en cosas que no, ya a nuestro Miguel se le están pasando las cartas. Y esa también la tiene. El camarón. ¡Qué bien!

            -¡Al nopal lo van a ver, nomás cuando tiene tunas!

            El nopal, ¡esa sí la tiene! Vente pa’ca frijolito.

            -¡Ah Chihuahua, cuánto apache con pantalón y huarache!

            El apache, no la tiene, ¡qué coraje!

            -¡El que a gran árbol se arrima, que se cuide del pájaro mión!

            Con la cantada del árbol todo el mundo se carcajea, y Miguel más, ¡sí lo tiene! Cómo no, si trae puestos sus calcetines.

            Ya se imaginarán que después de lo que pasó esa noche detrás de esa puerta (y que la censura no me permite contarles)  los usa cada vez que necesita que le vaya MUY bien.

            Como ese día hace tres meses. Cuando postuló para irse a trabajar a la obra a la Capital.

            No estaba contento en el sentido de que tendría que estar lejos de San Benito y solo podría regresar de vez en cuando a ver a su amada…pero si en el sentido de la lana. Era una chamba re bien pagada. Se la recomendó su tío Joaco, que trabaja como conserje en el edificio en donde vive el arquitecto que va a construir el nuevo museo. Cuando supo que andaban buscando gente especializada, luego luego le contó al arqui que su sobrino es un muy buen herrero, reconocido en el pueblo, que hasta ayudó a hacer la escultura de San Benito en el zocalo.

            -¡Tocando su bandolón, está el mariachi Simón!

            ¡Sí, el bandolón! Otro frijolito más.

            -¡Este mundo es una bola, y nosotros un bolón!

            El mundo no lo tiene…Pero lo del bolón si que aplica a nuestra historia, ya verán. 

            -¡No me extrañes corazón, que regreso en el camión!

            Y otra más…El corazón. La tabla se va llenando poco a poquito.

            Y hablando de camiones, Miguel se fue a la capital desde el día anterior en camión, pues le dieron la cita a las 11:00 en punto en las oficinas en San Angel. Llegó a la Central del Norte. Por suerte que lo esperaba su tío porque había que atravesar la ciudad. Y miren que es una gran ciudad. Miguel estaba todo atolondrado. ¡Se subieron en el metrobus y por momentos pensaba que iba a morir asfixiado! Nada que ver con San Benito en donde hace todo a pie. ¡Qué va! El gentío del D.F. es algo inexplicable, y hasta cierto punto mágico. Cómo si fuera una marea humana. Van y vienen todos con un ritmo que hasta parece que ensayaran con anticipación los movimientos.  

            -¡Para el sol, y para el aguas!

            ¡Claro! ¡El paraguas! Esa sí que la tiene. ¡Más que bien!

            Y miren que paraguas necesitó en la ciudad de México porque saliendo del metrobus que se suelta un aguacero de esos que parece que el cielo se está cayendo que ni pa’que les cuento. Como les digo que Miguel es supersticioso pues pensó luego luego que era de mal agüero. Se puso los calcetines llegando a casa del tío y por fin se le calmaron los nervios.

            Cenó unas sincronizadas buenísimas que le preparó su tía con queso oaxaca y jamón. Con una salsita que picaba pero mucho que disque porque estaba hecha con puro chile de árbol. Pues sí, se notaba. Pero estaba deliciosa. Acompañadas por unos frijolitos negros refritos y una Victoria bien fría.

            Después de darle las buenas noches por teléfono a Lupita quedó listo para un echarse buen sueñito.

            Despertó como nuevo y después de un buen baño se vistió (por supuesto uso sus súper calcetines) y se fue a la cita acompañado por su tío.

            -¡Súbeme paso a pasito, no quieras pegar brinquitos!

            Esa también la tiene. ¡Ya casi!

            Y por suerte también el edificio de las oficinas del arqui tenía una porque el pobre Miguel nunca se había subido en un elevador y casi le da un soponcio cuando el tío le dijo que entrara. No friegue tío, yo ahí ni de loco me subo, ¿Cómo pa’qué? Pues por más que Joaco le explicó que eran muchos pisos y que subir caminando les llevaría horas no hubo forma de convencerlo. Eso parece un ataúd tío. No voy a poder respirar ahí adentro, y si se atora qué, quién me saca. No. súbase usted si le gusta, yo me voy por la escalera y ahí nos vemos.

            Y así fue. Llegó al onceavo piso sin aliento, pero vivito y coleando. 

            Después de una hora y media con el arqui, Miguel salió muy contento. Era la oportunidad de su vida para mostrar su talento. Además de hacer lo básico del trabajo de herrero también ayudaría al esculpir el logotipo de bronce de la entrada del museo. Estaba más que satisfecho y por supuesto dijo que sí sin pensarlo dos veces.

            -¡”Tate” quieto, Valentín, no te vayas a pelear!

            El valiente. No…esa no la tiene… 

            -¡Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar!

            ¡El cantarito! Sí lo tiene. Frijolito, a tu lugar.

            -¡Cuatro dientes y una muela!

            La calavera. No la tiene…

            -¡El farol de los enamorados!

            La Luna. Esa tampoco…pero cómo le gusta sentarse con Lupita en la plaza justo al anochecer…sobre todo cuando hay luna llena.

            -¡Remando, remando va Rosita, sentada en su chalupita!

            La chalupa. Si la tiene, le han tocado casi todas, no lo puede creer, esta vez sí gana, ¡ya falta poquito!

            Tan bonita. Sobre todo la que les tocó a ellos. Porque saliendo de su entrevista estaba tan contento que Joaco lo invitó a dar una vuelta por los canales de Xochimilco. Le explicó que son los últimos vestigios que quedan de la ciudad de nuestros antepasados: Tenochtitlán. Te imaginas Miguel, tienes el privilegio de subirte en una chalupa, así, en estas barquitas se transportaban los aztecas, ¿qué te parece? No, pues le parecía de lujo festejar su nueva chamba en un lugar tan lleno de historia. La pasaron maravillosamente bien. Tomando chelas, comiendo quesadillas hechas a mano: de flor de calabaza, de papa con chorizo, de huitlacoche, de hongos…Y lo mejor, ¡oyendo Mariachis en vivo y gratis! Y hasta en coro, porque vieron pasar a varios grupos. Cada uno en su chalupa. Y aún cuando era la mitad de la semana había un buen de gente haciendo fiestas. 

            -¡Tanto bebió el albañil, que quedó como barril!

            El barril. Esa no la tiene, ya qué se acabe esto, pensaba Miguel, ¡me urge ganar!

            Quién sabe si los que estaban en las chalupas eran todos albañiles, pero en todo caso, todos quedaron como barriles. O por lo menos Miguel y su tío si. Salieron de ahí tambaléandose y muertos de risa. Caminaron un ratito pa’que se les bajara la jarra antes de llegar a la casa.

            -¡Ponle su gorrito al nene, no se nos vaya a resfriar!

            ¡Sí, el gorrito, otro frijolito y está a punto de acabar!

            -¡La guía de los marineros!

            La estrella. ¡La tiene! Ya solo le falta una…qué se le haga…qué se le haga…

            Lo que le sorpendió fue eso. No se veían muchas estrellas en la Ciudad de México. Comparado a San Benito en dónde parece que el cielo va a explotar de tantas y tantas. Es por la contaminación dice el tío. Solo cuando hay mucho viento se ven más. 

En todo caso, con o sin estrellas, que bien durmió Miguel esa noche.

            -¡El que espera, desespera, o se casa con doña Espera!

            La pera, no la tiene…

            -¡Fresco, oloroso y en todo tiempo hermoso!

            El pino. ¡No lo tiene!

            -¡Aquí viene la señora muerte, la tilica y la flaca!

            La muerte. Esa tampoco la tiene… 

            -¡Atarántamela a palos, no me la dejes llegar!

            La araña…y el grito:

            -¡LOTERIA!

            Y por allá se oye otro:

            – ¡LOTERIA! ¡gané, gané!

            Pues sí, dos ganadores. Miguel no lo puede creer. ¡Ganó! Tendrá que compartir el dinero de la vaquita. No importa,  ¡ganó!

            Y Lupita que estaba observando todo viene corriendo y se le avienta y lo abraza y lo besa y Miguel la abraza y la besa y se besan y se dicen que se aman y que qué felices están y en eso oyen a lo lejos la campana sonando y se voltean a ver y sin decir palabra y sin pensarlo corren al zocalo y ahí parado en una tarima está el Señor Presidente Municipal dando el grito. El de la independencia esta vez y dándose la mano escuchan con todo interés al presidente gritar al micrófono:

            -¡Vivan los Héroes de la Independencia!

            Y a la muchedumbre responder bien fuerte:

            -¡Vivan!

            Y el presidente:

            -¡Viva Hidalgo!

            Y la gente cada vez más fuerte:

            -¡Viva!

            Y la piel se les va poniendo chinita y se abrazan y siguen oyendo:

            -¡Viva Allende!

            Y el gentío, ya casi sin aliento:

            -¡Viva!

            Y el presidente:

            -¡Viva México!

            Y ahora sí con todo:

            -¡Viva!

            Y otra vez, más fuerte:

            -¡Viva México!

            Y con mucho más ganas:

            -¡Viva!

            Y el presidente desviviéndose:

            -¡VIVA MÉXICO!

            Y con todo el aire de sus pulmones y con todo su corazón; orgullosos, sin pensar en nada más que en el amor que sienten por este, su país, su tierra, su gente, su historia, felices de ser mexicanos, sin importar que el señor presidente municipal que está dando el grito es un corrupto, ni los problemas políticos, ni los ecónomicos ni los de ninguna especie…en ese preciso instante, solo  gritan hasta quedarse sin voz:

¡¡¡¡¡¡VIVAAAAAA!!!!!!

            Una explosión gigantesca se oye en el cielo y fuegos artificiales verdes, blancos y rojos se dejan ver en todo su esplendor. Uno tras otro, en perfecta armonía con el beso que se dan nuestros enamorados. 

            Al mismo tiempo los mariachis suben a la tarima tocando al ritmo de Cielito Lindo. Y la fiesta sigue a todo lo que da. De los puestos de comida se desprenden los aromas más deliciosos. Unos dulces, como el de la miel de piloncillo con naranja de los buñuelos, recién hechos. O el de los camotes, bien calientitos. Y otros salados, a orégano y al caldo del pozole; o el de la nogada de los chiles tan bien decorados que nomás de verlos se le hace a uno agua la boca. A epazote y chorizo, de los frijolitos charros. Y el de los pambazos, y las quesadillas. Y el de los tamales…verdes, rojos y de mole. Y el atole…de todos los sabores y colores.

            Miguel y Lupita comen de todo un poco, bailan, rien, cantan, son felices. Pero hace dos meses que no se ven, y ya les anda estar solos. Así es que después de un rato, se voltean a ver con esa mirada cómplice que solo ellos conocen y sin decir más salen del fiestón camino a casa.

            Cada vez caminan más rápido y ya llegando, abren la puerta a toda velocidad. La ropa de uno y del otro va cayendo al piso dejando huella de la urgencia mientras se dirigen hacía la habitación y en eso, Miguel, de la nada, le dice a Lupita:

            -A chingao, ¿dónde dejé el dinero de la vaquita mi amor, te lo di?

            -¿Qué dinero corazón?, a mi no me diste nada.

            -¡¡¡No manches Lupita!!! ¡¡¡Nos fuimos al grito y no recogí la vaquita!!! ¡Por una vez acabo primero la lotería y no fui por mis ganancias! ¡Te das cuenta Lupita, me lleva el puritito demonio, hora si, se va a armar, voy corriendo!

            -¡¡Qué vas ni que vas!! te quedas que, ya mira cómo estamos. Ora si que me dejas desvestida y alborotada, te quedas y te quedas. Punto.

            Y se le acerca, bien pegadita, como cuando bailaron la quebradita.

            Y lo besa.

            Y en efecto…se quedó.

            Ya será el próximo año. Mientras tanto…

            ¡¡Qué viva México, si señor!!

Propósitos de Año Nuevo

Ora si, lo logré. No lo puedo creer, mi primera clase de Zumba. Wow. Estuvo chida, la verdad. Y bien que si pude seguirle el ritmito al Edison, que por cierto, que buenas pompis se carga, ya las quisiera yo para un paseito en Chapul. Y la música así, pegajosita, como me gusta. Si regreso, ¿eh? Y capaz y ahora si por primera vez en mi vida logro cumplir con mis propósitos de año nuevo. No, porque tengo que ser sincera. Si me pasé un poquito en estas fiestas, y se me hace que por ahí traigo unos 4-5 kilitos de más. Nada grave, pero si se me nota ya una pancita que no tenía antes y siento que me ahogo cuando me abrocho los pantalones. Es más, ayer me tuve que acostar en la cama para ponérmelos, como cuando se usaban los jeans de tubo a finales de los ochentas y que entre más pegados te quedaban mejor y jalabas y jalabas sin respirar hasta que lograbas amoldarlos a tu cuerpo. Solo que esta vez no eran de tubo, eran más bien de esos de pata de elefante que ahora andan de moda. No, no me malinterprenten, obvio que el problema no eran las patas, sino la cinturita. Lo acepto, se me quedaron atorados al nivel de la cadera y no lograba subirlos, ni cerrar el cierre correctamente, para el caso. Pero bueno, lo bailado nadie me lo quita. Qué buena estuvo la Navidad en casa de la Luchis. Sus romeritos eran como salidos directamente del banquete de los Dioses, el mole picosito, pero dulce al mismo tiempo, y esas tortitas de camarón, en su punto… uff. Y el bacalao ni se diga, hasta me chupé los dedos. Y esa ensalada Navideña, que más que ensalada parecía postre, con su crema bien especita y hartas manzanas y nueces… Y ya le paro porque por estar recordando cosas que no ya se me hizo tarde. Y con eso de que no hay gasolina prometí seguir en los buenos pasos, poner mi granito de arena para no hacer más bulto del necesario, y caminar. No porque qué rollo. Que si está bien, que si no, que si para qué, que si no tiene caso, que si combaten la corrupción, que si nos dan atole con el dedo… Ya dejen de dar lata, pues. No queda más que esperar y ver si todo esto sirvió de algo. Huachicoleros. Por esta que antes del desabasto nunca había oído esa palabra. Qué cosa. ¡Jijos, me duele todo mi hermoso cuerpo, eh! ay oye, esto de caminar justo después del ejercicio está medio cañón. ¿Y si mejor tomo un taxi? No. Dije que caminaba y camino. Todo sacrificio es bueno para lograr mi objetivo. Lo que no me cabe así que digamos muy bien en mi cabeza es que con todo y todo lo que le di al bailongo en la fiesta del fin de año no baje ni medio gramo…lo que me hace pensar que igual y esto de la zumba no es tan buena idea, no sé. Me voy a pesar llegando a la casa a ver que tal me fue hoy, porque con esta caminata y una hora de ejercicio si que debo de perder algo, no manches. Oye, esta calle está muy larga, nunca me había fijado que las calles de la Ciudad de México son así como eternas, qué cosa. Y para colmo hay puestos de tamales y pan dulce en cada esquina a esta hora. Y la gente entrándole a gusto. Hay que decir que huele de lo más delicioso, que antojo la torta de tamal que se estaba comiendo el trajeado ese. Aunque si se ve que algunos puestos tienen más éxito que otros. Unos tienen una cola como de gasolinera en estas fechas, y otros están desolados. Pobres, tendrán que revisar el sazón, se me hace. ¿Y si me echo un tamalito? No, es que afán de poner la tentación por todos lados… mejor me apuro que ahora si ya voy re tarde. Y todavía me falta un buen cacho de avenida para llegar a la chamba, recuérdame ¿a qué hora se me ocurrió esta gran idea? Y según yo prometí hacerlo 3 veces a la semana. Neta que que fuerza de voluntad tengo. Soy una santa. Y pensar que el Chacho a de estar a penas abriendo el ojo. Huevón. Ese sí que necesitaría una buen régimen. Porque no me dio el corazón para decirle, pero antier que echamos patrulla, un segundito más y me asfixia. Me apachurró así bien gacho y yo fingí como que que rico pero mejor cambiamos de posición, así para que como que no quiere la cosa pensara que yo también participo y tengo ideas originales en nuestros intercambios cachondos. Es buen tipo, pero si le falta enjundia. No sé si así se diga pero me gusta esa palabra: enjundia. Suena chingón. Y volviendo al Chacho, si estoy clavada, pero no así que digas clavadísima. Me gusta, me la paso bien cuando estamos juntos, pero no sé, como que no me acabo de enamorar, lo que se dice, enamorar. Y lo peor es que él si anda cacheteando las banquetas por mí. Digo, no quiero parecer mamona, pero se le nota. Se la pasa mandándome mensajitos con emojis de corazones, de florecitas y luego me escribe cada cosa que hasta me sonrojo nomás de acordarme. En la cama es bueno, así, sin más. Pero como es medio machín no me atrevo a guiarlo demasiado, si me gusta que piense que soy una mujer activa, pero a él le gusta sentir que maneja la situación. Yo se que el quisiera que avanzara la cosa, y que hasta se imagina que un día de estos vamos a acabar viviendo bajo el mismo techo, y eso también me tiene medio nerviosa, cosa que tampoco ha sido muy buena para mi estado físico…si no nomás son las fiestas. Tengo hartas cosas en la cabeza, ni para que negarlo. Mi familia me mete la presión de que como a mi edad sigo soltera, y lo peor, viviendo sola en esta capital tan llena de gente y de peligros. Por más que les digo que tengo la situación bajo control ellos insisten. Me choca esta sociedad tan machista. Yo la verdad no me siento intranquila o incómoda de salir sola y mantenerme. Me gusta mi independencia. En el salón gano bien y me alcanza para vivir dignamente. Y si que quiero una familia y tener hijos un día, pero cuando encuentre a la persona correcta, no con cualquiera. Y no estoy segura que esa persona sea el Chacho. Ya veremos. Por lo pronto disfruto del momento y cuando me agobie demasiado lo mando al carajo y listo. Total, no será el primero, ni el último. Ya me ha tocado sufrir a mí cuando me dejó el cabrón del Memo. Con ese si que me clavé y ya ves, para lo que me sirvió. Desde entonces yo muy digna. No me vuelve a pasar. Uff, ya, ahora si me agoté y esta calle que no se termina. Ahí a lo lejos veo el Superama, ya, por fin. Un último esfuerzo, piensa en los resultados. No por nada pero ahora si ya tengo hambrita. Me merezco un alguito. Me voy a pasar al puesto de Doña Mari, tiene cosas bien sanas. Espero que ya haya llegado la señora con los nuevos tintes porque si que me costó convencer a la Azucena que me dejara hacerle su color otra vez. Cuando me dijo que el que le apliqué la semana pasada no había tenido el éxito que esperaba y que la neta prefería hacer cita con Meche casi me da un patatús. No, porque aceptar que se vaya con la Meche sería mi muerte asegurada. Como si aceptara ante el mundo que soy pésima estilista, y que necesito que alguien, y sobretodo que la Meche, con lo que se cree ya de por si, repare mis errores, y eso si que no. Le rogué que me diera otro chance de demostrarle que puedo hacerle un look super fashion. Y que además el que me pidió le había quedado bastante bien, y no entiendo porque no le gustó a su galán… Después de un rato aceptó pero me amenazó bien feo. Que si esta vez no le gusta en primera no me paga y en segunda se va a otro salón, ya ni con la Meche. No sé… según ella dice que me pidió un color “frozen estroberry” con mechas tipo babylights platino y que el novio le dijo que era más bien un color tipo catsup tirándole a salsa mil islas, que cual «estroberry» ni que nada. Que parecía como si acabara de tener un accidente en el Macdonalds. Eso dijo. Me pegó duro en mi amor propio, ni para que negarlo. Pero aceptar que me equivoqué en la mezcla delante de una clienta, nunca. Tengo mi orgullo. Así es que le pedí a la señora que me fuera a comprar tinte del bueno, y de tonos bien de moda, ahora si no quiero problemas. No bueno, ahora si estoy a punto del sofocamiento. De plano ya no puedo respirar. Ya, aquí me paro. Se ve bueno.

– Oiga, buenas joven. ¿Me da una ensalada de frutas por favor?

– Buenas seño. ¿Le pongo sandía, melón y piña?

– Nada más piña.

– ¿Yogurt y miel o queso cottage?

– No, mire joven, póngale cebolla y cilantro. Y carne al pastor. Y sabe qué, unas cinco tortillitas porfa.

– Ya no le entendí bien señorita… ¿quiere tacos al pastor?

– No joven, no quiero tacos al pastor, y no me vea con esa cara. Clarito le pedi ensalada de piña, ¿no? Solo cambié el acompañamiento, no es tan complicado, ¿o si? ¿Qué, algún problema?

– No seño, al cliente lo que pida, no faltaba más.

– ¡Sale una ensalada de piña con cebolla y cilantro, carne al pastor y cinco tortillas!

– No bueno, que gente mal pensada, que le pasa…

– Y no se le olvide la salsa verde joven, y muchos limones. Ah, y una coca, para acompañar.

– Y ustedes, ¿qué?, ¿qué me ven?

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La Pastorela

Ya sé que te lo prometí virgencita. Créeme, lo sé mejor que nadie… Y te juro, en buen plan, pensaba cumplir mi promesa, de veras.

Neta. Sabes que no fue mi culpa.

Es que también, a quién se le ocurre ponerme a mi en tú papel. Si ya saben como soy pa’ que me invitan caray…

Ya me latía desde que saqué el bendito papelito que me estaba metiendo en problemas. Me podría haber tocado ser una pastora, o un diablito, o ya de perdis una oveja o uno de los peces en el río. O por qué no, la campana sobre campana o ya, de plano el burriquito. Si hasta recé mientras lo abría y ni así me libre de la sentencia.

Ahí clarito y en letras mayúsculas estaba bien marcado: LA VIRGEN MARIA.

Ya mejor hubiera estado que dijera: YA TE PUDRISTE MANUELA.

No, porque yo cuando me meto a algo, o lo hago al cien, o mejor nel. Ni le entro. Se lo dije directito al Javi cuando me invitó a participar en la pastorela:

-Si le entro, ensayamos y toda la cosa ¿eh?, me aprendo el papel como se debe y hasta me porto así como Dios manda en lo que es la pastorela, te lo juro por esta.

Y claro, en lo que decía te lo juro por esta me besé la cruz que estaba formando con mis deditos.

Lo que no sabía en ese momento, porque claro, como diablos podía yo saberlo si nunca en la vida había querido participar el muy canijo, es que él, si, él, el mismo que me quita el sueño y con el que sueño cuando logro dormir, ese, el que me vuelve loquita de amor y hace que mi corazoncito lata más de la cuenta, iba a aceptar participar y que pa’ colmo de mi mala suerte le tocaría ser José.

José, o lo que es lo mismo: SUFRE DURANTE TRES SEMANAS MANUELA.

Tres semanas de verlo, tenerlo así cerquitita, pedir la posada a su lado, caminar juntos de la mano, incarnos frente al pesebre… y no poder hacer nada de nada ni tratar nada de nada. Ni aunque sea imaginarme algo… nada mano, mal plan total, te lo digo yo virgencita.

Ni modo, me dije a mi misma. Te aguantas. Un juramento es un juramento.

La primera semana de ensayos fue como un martirio, ni más ni menos. El Tona guapísimo, como siempre y amable, además. Yo bien profesional. Eso sí, los pensamientos que me pasaban por la mente ni te los cuento, virgencita, pero neta que en cuanto me venían a la cabeza luego luego los controlaba. Además ya te dije que a mi me gustan las cosas serias, así es que con todo el dolor de mi corazón de no poder declararle al amor de mi vida mis sentimientos, me concentré en lo importante.

La pastorela avanzaba a las mil maravillas. Este año la escribió Juanita, que es re buena para esas cosas de la creatividad. Está bien chusca y ya se ve que la gente se va a carcajear de lo lindo. Te digo que hubiera preferido ser diablito caray, a ellos les toca decir las cosas más divertidas, hasta de doble sentido. Nosotros puras lindas y puras palabras, como debe de ser.

Total que ahí la llevaba virgencita, tú lo viviste conmigo y te consta.

¿Cómo podía yo adivinar lo que se venía? A ver, tú dime, ¿cómo? Era imposible saberlo. Sobretodo que ya te dije que me estaba portando yo más que bien.

Debe haber sido la proximidad. Digo, no sé, me imagino. Nunca habíamos estado tan cerca el uno del otro. De hecho yo nomás lo había visto en su puesto, y me daba harta vergüenza platicar con él. Hablar, sí, cuando le compro pollo hablamos de cositas de todos los días mientras me lo corta y me lo prepara así, tipo qué calor hace hoy o cuánta gente hay o cómo le ha ido, bien y a usted, pero y ya. Así es que conocernos, así conocernos, lo que se dice profundamente, pues no.

Pues figúrate que la segunda semana que empieza a echarme ojitos durante el ensayo. Bueno, tu misma lo viste, estoy segura. Mientras yo repetía mis líneas él me veía así bien coqueto, con esos ojitos pispiretos que tiene. Yo trataba de hacerme la que ni cuenta, pero qué quieres virgencita, es el hombre de mi vida, siempre lo he sabido. Y que el hombre de tu vida te haga ojitos es como sacarte la lotería cuando andas bien pobre, ¿si me entiendes?, no podía no voltearlo a ver, aunque sea. Se me hacía una grosería. Y más que el miércoles después del ensayo de plano se me acercó y se ofreció a acompañarme. ¿Qué hacía? Además lo hizo así bien indefenso, natural, pues. Se veía que no habían malos pensamientos detrás de su ofrecimiento.

Y no, ¿eh? Que me acompaña y más bien nos la pasamos riendo de todas las cosas que habían pasado en el día. Platicamos y platicamos y hasta entramos al patio de la iglesia para ver el nacimiento. Y que me dice, mira Manuela, ahí estamos tú y yo, bien juntitos, y que yo le digo que sí, que así nos vamos a ver ya con nuestros disfraces ¿qué te parece? Hasta sentí que la panza se me voltéo en ese momento pero te consta que me aguanté las ganas de lanzarle una indirecta. Luego, saliendo de ahí me invitó unos esquites en el puesto de afuera, el que se pone ahí al lado de de los tamales. La plaza estaba toda adornada con noche buenas y un árbol de Navidad gigante, lleno de luces y esferas de todos colores. Bien bonita y romántica, de veras y nosotros rete bien portados.

Los demás días siguió así bien lindo conmigo, pero sin más. Yo sufriendo, pero aguantando.

El problema ya más grave empezó la tercera semana el martes. Estábamos precisamente en la parte de la pedida de posada ahí donde se canta …pues no puede andaaaar mii esposa amaaadaaaa…cuando de repente siento que alguien me aprieta la mano y me hace un guiño viéndome directamente a los ojos. Claro que ese alguien era Tona virgencita y sobra decirte que casi me da algo ahí en medio de la sala de Lucrecia, pero te lo digo igual. No me atreví a hacer nada ahí tampoco.

Saliendo esa noche el Tona me volvió a acompañar y que a la hora de pasar otra vez por la plaza que me ve que yo estaba titiritando de frío y que se quita su chamarra y me la pone sobre los hombros de lo más caballeroso. No me pude contener virgencita, que me volteo y le doy un besito en la mejilla de lo más casto. El se puso todo rojo. Se quedó viéndome así bien tierno un segundito y en eso que me planta un besucón tan apasionado que me sacó completamente de onda, no me lo esperaba, te juro, después de esa escena tan inocente. No pude hacer nada virgencita, que me quedaba si no regresarle el beso. Esto que te cuento no cuenta ¿eh? pues no empecé yo y en ese momentito no estábamos en ensayo, así es que no me pareció hacer nada malo y además bien que terminando el beso y aunque estaba toda atolondrada y con ganas de seguirle le dije que era el primero y el último hasta que se terminara la pastorela, que yo había prometido portarme bien y que una promesa es una promesa.

El resto de la semana nos costó estarnos quietos, pero Tona es un hombre de palabra y no pasó de darme uno que otro picorete y de decirme que ya la andaba por hacerme cosas y salir conmigo enserio. Yo como gelatina, pa’ que te miento.

Total, llegó el día de la presentación en plena plaza en dónde habían colocado varias gradas para que se acomodara la gente, que por cierto, llegó de a montones. El escenario no podía estar más bello: luces en forma de estrella, un nacimiento viviente con ovejas, una vaca y hasta dos burros; el pesebre de madera bien bonito y lucidor y varias macetas con noche buenas todo alrededor.

Estaba todo perfecto, menos el clima. Estando ya casi en Navidad, el fríito se dejó venir enserio. Yo tenía congelado hasta el cerebro. Para calentarnos, Lucrecia había preparado un ponche que olía a gloria. Desde lejos se podían apreciar los aromas de las guayabas, los tejocotes, la naranja, la canela y las cañas de azúcar. En cuanto me acerqué me pasaron un vasito de unicel que humeaba más que delicioso. Ya le iba a dar un traguito cuando veo que Don Migue traía el piquete en la mano.

Fue más fuerte el frío que mis fuerzas. Me dije a mi misma que un chorrito no le cae mal a nadie y de veras lo pensaba virgencita.

Me tomé mi ponche de a poquito, difrutando el calorcito que me iba entrando al cuerpo y me hacía sentir cada vez más a gusto.

Justo cuando le di el último trago me llamaron para empezar la presentación.

Yo estaba, no se bien como explicarte, como en una nube suavecita, toda aguadita. Avance hasta el escenario y oí que me hablaba un ángel. Y sí, en efecto, era Juancho con todo y sus alas y hasta una coronita que lo hacía verse de lo más puro:

– Soy el Ángel Gabriel, me dijo, y vengo a darte una maravillosa noticia. Vas a tener un hijo y le pondrás por nombre Jesús.

– ¿Qué dices Juancho? ¿Cómo que un hijo, si apenas me he dado un beso con Tona, tas loco, de qué hablas?

El ángel se acercó a mi oido y con una voz mucho más enérgica me dijo, mientras en el público se miraban unos a otros sin entender nada:

-¡Reacciona Manuela, estamos en plena pastorela, qué te pasa!

Y yo en eso que capto y como despertando de un sueño le contesto:

-¿Pero como es eso posible ángel mío, si no conozco hombre alguno?

Y diciéndo eso, sabiendo que es súper falso, no que tú no conozcas hombre alguno, si no yo, virgencita, que me empieza a dar un ataque de risa de esos que no paran por más que yo trataba de hacer respiraciones profundas para calmarme.

La gente al principio callada.

En toda la plaza se oían solo mis carcajadas.

Entre más trataba de parar más risa me daba. En eso que se acerca José, o sea, el Tona y empieza a reírse también como un menso y luego el angel, o sea el Juancho, y poco a poco la gente del público. Y que se arma la carcajada general más grande que he oído en mi vida.

Y en eso, plof, que doy el azotón.

Perdí el equilibrio virgencita, qué quieres que te diga.

Y la memoria, pa’ acabarla de amolar.

No me acuerdo ni del Tona que se lanzó primero a despertarme a besos, como todo un príncipe azul, ni de luego cuando entró en pánico al ver que de plano no reaccionaba y sin pensarlo agarró la olla de ponche, que con el jijo clima ya estaba rete frío y me la volteó enterita sin chistar.

De que funcionó la estrategia, funcionó.

Aunque me dejó toda magullada.

Magullada, pero amada, aunque avergonzada virgencita. Muy avergonzada.

Lo bueno es que nos dieron chance de pasar otra vez el mero día de la Navidad, ¡te imaginas! Te juro mi virgencita, que esta vez no te hago quedar mal. Palabra.

Bueno me voy ya, que mi Tona me está esperando y ora sí me desquito.

¿Qué pues, ya pasó la fecha oficial, qué no? 

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De como escoger chiles guajillos o… viaje a la FILIJ

Tengo mucho que decir y la cabeza hecha bolas.

Llevo una semana desde que regresé a Lyon con mi maleta llena de libros, de mi ropa y de algunos pequeños antojos culinarios para mi familia y con otra maleta extra (sin rueditas) en la que traía: 10 kilos de maíz para pozole (sí, me gusta el pozole… ¡y mucho! pero no era para mi…) 7 kilos de tortillas “para hacer tostadas”, o un poco más delgaditas de lo normal, si prefieren) 2 kilos de chile guajillo del que no pica y medio del que pica.

PAUSA:

  1. Nunca había visto la diferencia de tamaño entre el que pica y el que no… y sí.

  2. El que no pica se veía muy bonito en el mercado. Llegando ya cambió la cosa. Tengo que confesar que dentro de casi cada chilito que traje vivía una familia entera de hongos malolientes y varios animalitos minúsculos que una vez liberados saltaron por toda la mesa de la cocina como pulguitas de circo amaestradas causando terror entre las presentes.

Lo anterior quiere decir que:

  1. No soy ninguna experta en chiles secos.

  2. La próxima vez, favor de pedirle a alguien más la compra y la cargadera de cosas para algún otro eventito que se ofrezca (a menos que sea para los XV años de Rubí, ahí sí, ¡lo que quieran! 😉 ).

Así es que como ven, llegué en línea directa, ahora si que sin cambios y sin retraso alguno, de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (la FILIJ) a cocinar para que 120 personas pudieran disfrutar de un rico y delicioso pozole calientito durante la tradicional posada en Lyon. Por lo menos seguí en el tema de México, me dirán ustedes y tienen toda la razón del mundo. Solo que me hubiera gustado disfrutar un poco más de sentirme una escritora hecha y derecha antes de volcarme a mis obligaciones de miembro de la mesa directiva de la asociación de mexicanos en esta mi ciudad adoptiva.

Porque ser parte de la FILIJ fue justo eso: SER PARTE. O ser, que ya es bastante. Ser Escritora. Sin miedos, sin pena, sin que nadie te vea con cara de WHAT? O tú, qué, de dónde saliste?

Viví diez días en mi paraíso personal, para ser exactos. Por primera vez fui a mi México, lindo y querido y no visité San Angel, ni Coyoacán, ni salí todas las noches y recorrí toda la ciudad para ver amigos. A parte del centro una noche para visitar el festival de las luces y una escapada a la Ciudadela, pasé mi tiempo entre el metro y el parque Bicentenario en Azcapotzalco. Y fui feliz.

Fui feliz viviendo lo que miles de personas viven todas las mañanas y tardes al subirse al metro de la Ciudad de México. Fui parte de la marea humana que recorre sus pasillos. Me subí en los vagones de hasta adelante y compartí con otras muchas mujeres el camino hacia mi destino.

Fui testigo del increíble pulso que tienen las mexicanas.

Porque si arriba, en plena calle, el tráfico va a vuelta de rueda; en los túneles del metro la historia es muy diferente. Hay choferes que manejan tan rápido que parece que los vagones se van a dislocar en cualquier momento. Cada vez que frenan al llegar a una estación sientes que sales volando, que se te quitan hasta las arrugas, y por supuesto que si no tienes de dónde agarrarte ya te llevó el chahuistle. O ya me llevó, más bien, porque mientras yo estaba en esas peripecias de sobrevivencia, las chicas a mi alrededor se delineaban los ojos sin titubear.

Y después de la sesión de maquillaje hasta se tomaban el tiempo de aplaudir y casi casi pararse a bailar con los diferentes grupos de música que vinieron a amenizar nuestro viaje.

Bueno, casi todas. Todas menos la señora esa que estaba de malas. Y mientras nosotras (yo me incluyo en la fiesta) gritábamos ¡otra, otra! ella nos veía con una jeta de pasumecha. Y ya luego cuando se fue el grupo pasó por en medio del pasillo diciendo para sí misma, pero muy fuerte para que oyéramos todas:

-Esto está para dejar sordo a cualquiera.

Y la señora de al lado le dice a su vecina:

-Qué feo. Cuando uno se enoja no puede ser feliz.

Y la vecina le contesta:

-Si mana, parece menopáusica.

Y otra señora sentada más lejos grita:

-¡Pero sin tratamiento!

Me hicieron el día.

Y es así como aprendí que conviene más tomar tratamiento.

Y ser feliz.

Feliz de pasearme por los pasillos del parque. De ver libros por doquier. De lanzarme a platicar con la gente de los stands y de tratar de conseguir contactos. Feliz de tomar clases con gente tan padre, con tanta experiencia. Feliz de haber conocido a chicas y chicos que escriben, como yo, y que ya han publicado. Feliz de pensar que se puede. Simplemente feliz.

Mi manuscrito sigue en mi computadora.

Y en la de otros… esperando a ser leído.

¡Seguimos!

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¿En dónde está el plato?

Siempre me he preguntado por qué los franceses no ponen platos en la mesa para el desayuno. No se les ocurriría nunca comer o cenar sin plato, sería una verdadera falta de respeto y una locura, francamente, pero poner el pan sobre un plato para el desayuno, eso si que no. No señor.

Un francés que se respete deja caer como copitos de nieve las migajas de la baguette directamente en el mantel, mezcladas a veces de mermelada bien pegajosa o de pedacitos de mantequilla. Una cosa o la otra. Nunca las dos juntas. Comer pan con mermelada y mantequilla al mismo tiempo no se hace según algunos. No. Según otros sí. En eso como que no se ponen bien de acuerdo.

Lo que sí se hace es chopear. Eso sí. Meter el pedacito de pan embarrado con la mermelada (hecha en casa, por supuesto) a remojar en el café negro es el hit. Y tomarse el resto de la bebida con todos los buzos flotando alegremente… un orgasmo culinario.

Pero no se ponen platos. Si no quieres que te vean como una persona desquiciada no lo hagas. Te lo digo por experiencia.

Yo insisto en que es más fácil meter algunos platos al lavavajillas que lavar un mantel lleno de manchas de mantequilla y mermelada todos los días. Así como que no quiere la cosa los pongo como que chin, no me di cuenta. Pues bien, los platos acaban a un ladito sin ser usados y el mantel acaba todo sucio. No hay para donde moverle.

Porque un francés no cambia sus costumbres así como así.

Pero una mexicana tampoco.

Dieciocho años en Francia y sigue siendo la misma historia. Cuando estoy con mi familia política ellos comen sin y mis hijos, mi marido y yo con. Cada loco con su tema.

Ya sé… se estarán preguntando qué mosca me picó para estar escribiendo acerca del desayuno francés en pleno mes de noviembre, en lugar de contarles una historia del día de muertos o ya de perdis de jalowin. Pues la mera verdad no sé. Y al mismo tiempo me digo que es lógico. Ya llevo muchos, hartos, años en este mi segundo país. Luchando por seguir siendo yo misma. Por encontrar mi camino, por ser esa nueva yo que vive en medio de una cultura tan arraigada como la francesa, adaptándome a nuevas costumbres sin perder las que llevo en el alma. Las que se aferran a mi y que con el paso de los años extraño más, y que trato de vivir y transmitir cueste lo que cueste.

Por eso en mi casa hay altar. Y se come pan de muertos. Y creemos ciegamente que nuestros muertitos van a venir a saludarnos el 1ro y dos de noviembre. Y que esos días podremos estar todos juntos y fundirnos en un abrazo infinito en el que la vida y la muerte serán una misma.

Y en diciembre ponemos el nacimiento. Y se cantan villancicos, y los peces beben en el río mientras nos asomamos a la ventana y vemos un niño en la cuna porque campana sobre campana y sobre campana una. Y partimos piñatas. Y tomamos el ponche ese que hacía mi mamá en la cocina de nuestra casa de Echegaray y del que se desprendían los más deliciosos aromas de las guayabas, los tejocotes y las cañas de azúcar. Era noche de posada. Todos los vecinos estaban invitados; incluyéndote a ti, mi primer amor. Yo esperaba que fueras tú quien me ayudara a prender mi velita. Tú quien rompiera la piñata. Tú quien probara mi ponche. Y por supuesto tú, quien se escondiera conmigo cuando jugábamos bote pateado en el andador. Rara vez pasaba algo de eso… pero yo era feliz con solo verte.

Luego vienen los Reyes, y el día de la candelaria con los maravillosos tamales. Aquí aprendí a hacerlos para que mis hijos se deleitaran con sus sabores.

Tantas costumbres. Tantos detalles. Tantos recuerdos.

Y vivencias nuevas que se entrelazan. El salmón y el foie gras platican con la ensalada navideña de manzana y el pavo relleno en lo que esperan su turno para ser probados. La rosca de reyes reposa al lado de la galette de rois. El muñequito del niño Jesús le da la mano a la sorpresa en forma de Harry Potter y juntos celebran en armonía. Las crepas se alistan al lado de los tamales el día de la Candelaria.

En nuestra mesa se mezclan el francés y el español. Todos soñamos en una u otra lengua. Dependiendo.

Francia me ha dado lo más importante en mi vida y por eso le estaré agradecida eternamente. Mi familia.

Una familia orgullosamente franco-mexicana.

Y si estaban con el pendiente, el asunto del plato del desayuno no pasa nunca a mayores.

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Modestia Aparte

 

Amo a la gente “humilde”. Y no, no hablo de las personas pobres, o escasas de lana. No, yo me refiero a esas que son bien sencillitas en su manera de pensar de ellas mismas. A esas que cuando se miran en el espejo por las mañanas se dicen luego luego, qué lindo soy, qué bonito soy, cómo me quiero. Y luego durante el día no se conforman con repetírselo en silencio a sus cabecitas. No. Lo tienen que hacer del conocimiento del mundo entero.

Como por ejemplo, ayer. Fui a la fonda de Doña Mari. ¿No les ha pasado que a veces cuando huelen algo como que les recuerda o les hace pensar en alguien en particular? Pues eso. Abrí la puerta del changarro y me recibió como en una máquina del tiempo el olor de la casa de mi abuela Toña. Tan fuerte fue el madrazo que de plano se me salieron las de cocodrilo. Solo faltaba ella, frente al fogón, calentando su salsa verde para preparar esas verdolagas que le quedaban tan buenas como el beso que me robó el domingo en Chapul ya saben quién. Quiero decir, requete buenas, más que buenas, pa chuparse los dedos, pues. Total que en unos segundos pasé de estar en medio de las mesas de la fonda a estar en medio de la cocina de mi viejita adorada. Me acuerdo que cuando iba a comer a su casa saliendo de la primaria me encantaba imaginarme lo que había preparado solo con oler los aromas que se paseaban por mi camino y me deleitaban mientras me iba acercando. Pero bueno, ya me salí del tema. Les iba diciendo que estaba yo ahí parada y en eso que pasa doña Mari junto a mi y me saluda como siempre muy amable y que le digo:

– Huele a gloria, Doña Mari, si supiera, ya fui y vine a casa de mi abuela y de regreso, ¿qué preparó tan delicioso?

Y en efecto, no estaba yo tan mal, porque bien que sí era salsa verde, pero con carne de cerdo y elotitos tiernos, en lugar de las verdolagas.

Me fui a buscar mesa rapidito porque como se imaginarán ya se me hacía agua la boca. Pensaba sentarme solita pero en eso que veo a la Meche que me estaba haciendo señas y pues no me quedo de otra, ni modo que me hiciera mensa, era yo la única parada ahí en medio. Con todo y la hueva que me daba me tuve que ir a sentar con ella. Con las ganas que tenía de disfrutar tranquilita mi guisado… No me dio tiempo ni de acabar de acomodarme en la silla cuando ya me estaba contando que ¿qué crees manita?, figúrate que hoy tuve hartas clientas en el salón y no es por nada, pero todas querían que yo les cortara, las peinara y hasta tuve algunas que prefirieron esperarse un ratote con tal de que yo les hiciera el tinte, sabes ese que está de moda que es una técnica francesa y toda la cosa, le dicen balayage, así, con la boquita parada. Es como si te barrieras el pelo con diferentes tonos de tú mismo color pero más claro, ¿si me entiendes manis? Como que le das así una luz bien luminosa, como que tu cabello brilla como si tuviera rayitos de sol integrados.

No, pues entender, lo que se dice entender, no, yo la neta no entendía ni jota a su explicación del sol luminoso que barres y la fregada pero ella seguía. Y también hay esta otra técnica para poner el cabello bien oxigenado, como güerito pero tirándole a blanco, o a veces hasta casi gris, ¿si ves como, no? Tipo la Taylor, o la Kristen, si las has visto, ¿no?

– No mana, la neta, no. ¿Quién es esa Taylor? No la conozco se me hace, ni a la Kristen, ¿de dónde las he visto o qué?

Y que en lugar de contestarme la muy jija se pone a carcajearse, tan fuerte que hasta todos los clientes de doña Mari nos voltearon a ver así como quibo con esas locas. Yo de plano ya no sabía si reír o llorar, nomás me quedé así bien seria y seguí tratando de saborear mi riquísimo platillo, que no solo olía, también sabía al paraíso.

Después de como cinco minutos de risa forzada, por fin se calmó y me salió con que sí, claro que no las debes de conocer, pues como… si son estrellas de Hollywood, pero para los jóvenes. Aquí entre nos tu ya estás más p’allá que p’aca… Tú más bien debes conocer a la Angie y al Brad, ¿no? Que, ¿si supiste que se van a divorciar? Está el chisme que arde de tan caliente… todo el mundo habla de eso, que si el Brad es alcohólico, que si la Angie está pa que la amarren, que si esto, que si l’otro, cada quién tiene sus propias conjeturas, yo no sé ya ni qué pensar, lo único cierto dentro de la incertidumbre es que el Brad sigue siendo un bombonazo, con todo y todo…

En fin mana, te decía lo de la técnica del tinte. Pues qué crees que se la hice a la hija chica del Presidente Municipal, ¿cómo ves? Entró la semana pasada, el martes, creo, así, como Pedro por su casa al salón y que viene directito a mi lugar, ya sabes ¿no? bien prepotente, y que me dice que le dijeron que yo soy la mejor estilista y que quiere que yo la atienda en ese preciso momento porque tiene una cita importante y que quiere cambiar de look. Yo en plena acción, ya sabes, nunca me falta la chamba. Al principio mientras me decía eso yo pensaba dentro de mi cabeza y esta tipeja, ¿qué se cree? Estaba a punto de decirle que se tenía que esperar como todas mis clientas, que ese día como siempre eran un buen, pero en eso que la reconozco, de la fiesta de la primavera que fuimos, ¿te acuerdas? Ella estaba ahí parada junto a todo el gabinete mientras él daba su discurso de bienvenida. Iba vestida como toda una lady, igual que la mamá. No es muy agradaciada de cara, se parece más bien al papá, medio tosquita. Pues no me quedó de otra que disculparme con las demás y pasarla. Le pregunté que si quería probar la tendencia francesa o la hollywoodense y por supuesto dijo que ella se quería parecer a la Taylor. P’a que te enteres, Taylor Swift es una cantante súper famosa, tiene unas bien buenas, un día que vengas a que te corte, que aquí entre nos buena falta que te hace manita, ahí cuando quieras te pasas y te pongo unas de ella mientras esperas, pa que te modernices. Total que le hice su tinte así bien oxigenado, y, modestia aparte, quedó fascinada. Tanto que al día siguiente llegaron varias de sus amigas de la prepa para pedirme lo mismo. Uy y hablando de otra cosa qué bueno está este guisadito, ¿no? Y a todo esto, tú cómo estás, ni has dicho ni pío.

– No pues yo bien, fíjate que el domingo me invitó a Chapul

– ¡Úchale mana, ya me tengo que ir que se me hizo re tarde por andar en la chorcha, luego me cuentas, nos vemos chula!

Que se levanta y se va. Así nomás.

Y yo persisto e insisto:

¡Amo a la gente “humilde”!

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Preparando la Candelaria

Hoy hice tamales.

Bueno… hice es mucho decir. La masa ya estaba hecha desde ayer. Más bien rellené las hojas de maíz a las que alguien más le había embarrado dicha masa, con mole con pollo, con rajas con queso y con carne de puerco con salsa verde. Luego los cerré, como pude, y entre todos los pusimos a cocer en varias ollas express, a las que previamente les pusimos al fondo palitos y hojas de los árboles de alrededor, que por qué les dan buen sabor.

Estuve sentada junto a varias otras personas, qué como yo:

  1. Se sacaron el muñequito en la partida de la rosca.
  2. Nunca habían hecho tamales,
  3. o simplemente querían por unas horas, como yo, sentirse en casa.

Otras personas, que como yo, viven desde más o menos años fuera de nuestro México, lindo y querido.

Personas de diferentes ciudades, con diferentes historias y diferentes edades, que por una u otra razón nos encontramos hoy, en Lyon, y que gracias a la Asociación Mayahuel, y gracias a la familia Massez, que como siempre, nos abre su casa para reunirnos, nos hemos ido convirtiendo en una familia.

Una familia bien mexicana, que en la cocina hace y deshace al mundo. Que aprende a respetarse y a conocerse un poco más con cada receta que prepara. Que se ríe a carcajadas, que se cuenta sus penas y sus aventuras. Una familia como ninguna otra.

Una familia que mientras los tamales se cuecen, hace equipos para jugar al karaoke. Que pone la computadora en una mesa, entre las ollas y los exquisitos aromas, y canta a todo pulmón canciones de Flans, de Menudo (con coreografía incluida, por favor), algunas otras viejitas, y por supuesto, otras también en francés. Y mientras canta y baila se da cuenta de que huele a quemado. Y que nadie se fijó que a una olla le faltaba agua, y que acabamos de inventar los tamales “ahumados”.

Ahumados, pero llenos de amor y alegría.

Hoy hice los tamales más divertidos de mi vida.

Agradezco estar aquí. He aprendido tanto de mi México desde la distancia.

Gracias querida familia Mayahuel.

Gracias por tanto...

 

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Feliz Año Nuevo

Luca y yo vamos caminando por la calle de regreso de la escuela.

Luca: Mamá, tu crees que algún día exista la tele-transportación? (no sé se así se dice pero así me preguntó)

Yo: Pues puede ser mi amor, a lo mejor cuando tú seas grande… Lo que sí no creo es que a mí me toque ver algo así.

Luca: Pues sí.

Yo: Pensativa.

Luca: Pensativo.

Y así seguimos caminando por la calle calladitos, cada uno perdido en sus meditaciones sobre el tema.

No, porque no es cualquier cosa. Ya de por sí me cuesta trabajo entender el funcionamiento de muchos de los gadgets de hoy en día (por no decir de casi todos, para de plano no quedar en ridículo total frente a ustedes) como para ahora imaginarme cómo diablos podría funcionar la tele-transportación. Veo al lado mío a mi Luqui completamente concentrado y me imagino perfecto la máquina ultra sofisticada en la que está pensando, tipo la de la peli de Los Nuevos Héroes o algo aún más revolucionario.

Yo más bien me imagino algo parecido a un Fax.

De inmediato mi memoria me lleva a los años noventas cuando empecé a trabajar en la Ciudad de México. Hoy confieso que la primera vez que vi un fax sentí como escalofríos. Mi nulidad frente a la tecnología no es reciente. A primera vista parecía un teléfono un poco más sofisticado. Pero ya viéndolo más de cerca no estaba tan sencillito el asunto. Varias preguntas, que por supuesto no me atreví a hacer en su momento, vinieron a mi mente:

  1. ¿En qué sentido se mete el/los papel(es)?

  1. ¿Se mete(n) antes o después de marcar el número de fax?

  1. ¿O se mete(n) al momento de escuchar ese ruido maquiavélico que más bien parece que estás contactando con alguna tribu de extraterrestres?

  2. Si son varios, ¿se mete uno por uno o todos a la vez?

  3. ¿Qué demonios va a pasar con mis documentos? Porque aunque me reí a carcajadas cuando un tiempo después mi mamá me pidió que mandara por fax unos documentos y me dijo como tres veces que por favor les sacara fotocopias, y yo viéndola con mi cara de ¿what? le pregunto que cómo para qué les saco fotocopias ma, y ella muy segura de sí misma, pues porque son papeles importantes y no quiero que se vayan, prefiero que mandes una fotocopia y yo por Dios mamá, ¡tus papeles no se van a ir a ningún lado! la verdad es que sí, a mí también me quedaba la duda la primera vez. ¿Y si se van? ¿Y si se los come la máquina? ¿Y si se pierden en el cosmos?

  4. Y ya que me di cuenta que en efecto los documentos seguían en mi posesión después de mandar el bendito fax: ¿Cómo puede ser? ¿Es magia? ¿Cómo puede salir una copia exacta en el otro fax? ¿Cómo funciona esta cosa?

Y así con la teleportación. Sería el mismo principio misterioso: me meten en una especie de Fax. OK. Y luego llega allá una copia exacta de mí misma, mientras mi otro yo sigue mi vida aquí. Cómo funcionaría, no sé bien (o más bien: no sé, punto). Pero funcionaría y eso es lo importante.

Imagínense:

  • Voy a visitar a mis papás, y les doy de cenar a mis hijos.

  • Doy una vuelta al tianguis, me como una gordita de chicharrón y estoy sentada frente a mi computadora escribiendo.

  • Desayuno con mis amigas en la Roma y llevo a Paola a la natación.

  • Voy a cenar con mi hermana en Coyoacán y duermo tranquilamente al lado de mi maridito en Francia.

¡Las posibilidades y combinaciones son infinitas!

Y soñar no cuesta nada.

¡Feliz Año Nuevo!

Sueñen.

Qué sea un año próspero. Amable. Dulce, pero picante a la vez.

                              – – – – – – – – – – – – – – – – –

Dos informaciones importantes (bueno, tres):

  1. Los extraño demasiado.

  2. No puedo seguir abandonando mi blog (aunque la idea del libro sigue).

  3. Mientras me atragantaba con las uvas en año nuevo, me vino claramente el mensaje divino: TIENES QUE VOLVER A ESCRIBIR EN EL BLOG. Así es que aquí estoy. Aquí seguiré. A ver qué se me ocurre. Ideas hay muchas. GRACIAS por estar.

fax

 

Ella

Ella no quería filtros.

Ella no quería ser tratada como VIP.

Ella no quería la guerra en Siria.

Ella no quería ser comparada con nadie.

No. Como todas las mañanas, ella solo quería apurarse. Así es que se levantó de prisa, se lavó con su jabón favorito, ese que huele a tarta de limón. Se secó, se cepilló su larga melena color miel y se hizo una trenza de lado, suelta, como está de moda. Se vistió con una blusa blanca de algodón y unos jeans. Se preparó un café de volada, se puso sus botas nuevas, unas negras medio altas, de tela, con flores de colores, su chamarra de cuero, la bufanda de ayer, y salió a la calle.

Como era su turno, de camino a la oficina se paró en la panadería y compró varios panes de chocolate. Luego tomó el metro en la estación Daumesnil, línea 6, dirección Charles de Gaulle – Etoile. Se instaló en una esquina y sacó su libro. Aunque trató de concentrarse, leyó varias veces la misma frase. Había demasiada gente. Además tenía una cita importante por la noche y estaba medio nerviosa. Por suerte vivía no muy lejos del trabajo, así es que antes de poder profundizar en el tema, tuvo que hacerse paso entre la muchedumbre para lograr salir del vagón y escabullirse por las escaleras eléctricas.

Salió a la calle y descubrió un sol reluciente. Sonrió. Viernes, y con buen clima, qué más se podía pedir.

La jornada de trabajo pasó de prisa entre el desayuno, las diferentes llamadas, la reunión de planificación de la próxima semana, la comida en la cafetería común, en dónde por cierto la comida no es lo máximo, pero se puede platicar un poco de otra cosa y relajarse. Por la tarde aprovechó cinco minutos de tranquilidad para llamar a su madre y quedar con ella para verse el domingo. A las cinco en punto se levantó de su escritorio, se despidió de sus colegas, bajó al segundo piso a buscar a su amiga, y juntas salieron contentas de la oficina.

Ya empezaba a hacerse de noche, pero como no hacía frío, decidieron caminar un rato. Platicaron mientras visitaban tiendas. Se probaron algunas prendas, pero no compraron nada. Entre una cosa y otra se les fueron varias horas. Mandó un SMS a su novio, abrazó a su amiga, le dijo nos vemos el lunes y salió corriendo.

Y en lo que corría pensaba que era el momento. Después de seis meses de salir juntos ella estaba más que lista. Hoy me animo y le suelto que quiero que vivamos juntos, se decía.

Llegó un poco temprano a la cita. Hace mucho que quería conocer el Petit Cambodge. Ya le habían hablado de él pero no había tenido la oportunidad de ir. Entró directo al baño a darse una manita de gato. Más que nerviosa, se sentía emocionada. Estaba segura de que aunque él no había hablado del tema todavía, también tenía ganas de instalarse con ella. Se pintó los labios, se arregló el peinado y salió a instalarse a la terraza a esperar.

Unos minutos después lo vio acercarse. Se levantó. Él se acercó y la abrazó mientras la saludaba con un beso.

Se sentó frente a ella. Pidieron una cerveza. Él preguntó como había estado su día. Platicaron un rato de todo y nada.

En eso, ella se decidió y le dijo:

-Sabes, he estado pensado que

                                   – – – – – – – – – – – – – – –

Ahí se acabó todo. Brutalmente.

Ella no quería filtros en Facebook.

Ella no quería ser un muerto VIP.

Ella no quería la guerra en Siria.

Ella no quería ser comparada con muertos de otros países.

Ni saber cual tiene más derecho a que le lloren.

Ella solo quería terminar su frase.

Y seguir con su vida.

Nada más.

PeaceHeartsWorld2