Modestia Aparte

 

Amo a la gente “humilde”. Y no, no hablo de las personas pobres, o escasas de lana. No, yo me refiero a esas que son bien sencillitas en su manera de pensar de ellas mismas. A esas que cuando se miran en el espejo por las mañanas se dicen luego luego, qué lindo soy, qué bonito soy, cómo me quiero. Y luego durante el día no se conforman con repetírselo en silencio a sus cabecitas. No. Lo tienen que hacer del conocimiento del mundo entero.

Como por ejemplo, ayer. Fui a la fonda de Doña Mari. ¿No les ha pasado que a veces cuando huelen algo como que les recuerda o les hace pensar en alguien en particular? Pues eso. Abrí la puerta del changarro y me recibió como en una máquina del tiempo el olor de la casa de mi abuela Toña. Tan fuerte fue el madrazo que de plano se me salieron las de cocodrilo. Solo faltaba ella, frente al fogón, calentando su salsa verde para preparar esas verdolagas que le quedaban tan buenas como el beso que me robó el domingo en Chapul ya saben quién. Quiero decir, requete buenas, más que buenas, pa chuparse los dedos, pues. Total que en unos segundos pasé de estar en medio de las mesas de la fonda a estar en medio de la cocina de mi viejita adorada. Me acuerdo que cuando iba a comer a su casa saliendo de la primaria me encantaba imaginarme lo que había preparado solo con oler los aromas que se paseaban por mi camino y me deleitaban mientras me iba acercando. Pero bueno, ya me salí del tema. Les iba diciendo que estaba yo ahí parada y en eso que pasa doña Mari junto a mi y me saluda como siempre muy amable y que le digo:

– Huele a gloria, Doña Mari, si supiera, ya fui y vine a casa de mi abuela y de regreso, ¿qué preparó tan delicioso?

Y en efecto, no estaba yo tan mal, porque bien que sí era salsa verde, pero con carne de cerdo y elotitos tiernos, en lugar de las verdolagas.

Me fui a buscar mesa rapidito porque como se imaginarán ya se me hacía agua la boca. Pensaba sentarme solita pero en eso que veo a la Meche que me estaba haciendo señas y pues no me quedo de otra, ni modo que me hiciera mensa, era yo la única parada ahí en medio. Con todo y la hueva que me daba me tuve que ir a sentar con ella. Con las ganas que tenía de disfrutar tranquilita mi guisado… No me dio tiempo ni de acabar de acomodarme en la silla cuando ya me estaba contando que ¿qué crees manita?, figúrate que hoy tuve hartas clientas en el salón y no es por nada, pero todas querían que yo les cortara, las peinara y hasta tuve algunas que prefirieron esperarse un ratote con tal de que yo les hiciera el tinte, sabes ese que está de moda que es una técnica francesa y toda la cosa, le dicen balayage, así, con la boquita parada. Es como si te barrieras el pelo con diferentes tonos de tú mismo color pero más claro, ¿si me entiendes manis? Como que le das así una luz bien luminosa, como que tu cabello brilla como si tuviera rayitos de sol integrados.

No, pues entender, lo que se dice entender, no, yo la neta no entendía ni jota a su explicación del sol luminoso que barres y la fregada pero ella seguía. Y también hay esta otra técnica para poner el cabello bien oxigenado, como güerito pero tirándole a blanco, o a veces hasta casi gris, ¿si ves como, no? Tipo la Taylor, o la Kristen, si las has visto, ¿no?

– No mana, la neta, no. ¿Quién es esa Taylor? No la conozco se me hace, ni a la Kristen, ¿de dónde las he visto o qué?

Y que en lugar de contestarme la muy jija se pone a carcajearse, tan fuerte que hasta todos los clientes de doña Mari nos voltearon a ver así como quibo con esas locas. Yo de plano ya no sabía si reír o llorar, nomás me quedé así bien seria y seguí tratando de saborear mi riquísimo platillo, que no solo olía, también sabía al paraíso.

Después de como cinco minutos de risa forzada, por fin se calmó y me salió con que sí, claro que no las debes de conocer, pues como… si son estrellas de Hollywood, pero para los jóvenes. Aquí entre nos tu ya estás más p’allá que p’aca… Tú más bien debes conocer a la Angie y al Brad, ¿no? Que, ¿si supiste que se van a divorciar? Está el chisme que arde de tan caliente… todo el mundo habla de eso, que si el Brad es alcohólico, que si la Angie está pa que la amarren, que si esto, que si l’otro, cada quién tiene sus propias conjeturas, yo no sé ya ni qué pensar, lo único cierto dentro de la incertidumbre es que el Brad sigue siendo un bombonazo, con todo y todo…

En fin mana, te decía lo de la técnica del tinte. Pues qué crees que se la hice a la hija chica del Presidente Municipal, ¿cómo ves? Entró la semana pasada, el martes, creo, así, como Pedro por su casa al salón y que viene directito a mi lugar, ya sabes ¿no? bien prepotente, y que me dice que le dijeron que yo soy la mejor estilista y que quiere que yo la atienda en ese preciso momento porque tiene una cita importante y que quiere cambiar de look. Yo en plena acción, ya sabes, nunca me falta la chamba. Al principio mientras me decía eso yo pensaba dentro de mi cabeza y esta tipeja, ¿qué se cree? Estaba a punto de decirle que se tenía que esperar como todas mis clientas, que ese día como siempre eran un buen, pero en eso que la reconozco, de la fiesta de la primavera que fuimos, ¿te acuerdas? Ella estaba ahí parada junto a todo el gabinete mientras él daba su discurso de bienvenida. Iba vestida como toda una lady, igual que la mamá. No es muy agradaciada de cara, se parece más bien al papá, medio tosquita. Pues no me quedó de otra que disculparme con las demás y pasarla. Le pregunté que si quería probar la tendencia francesa o la hollywoodense y por supuesto dijo que ella se quería parecer a la Taylor. P’a que te enteres, Taylor Swift es una cantante súper famosa, tiene unas bien buenas, un día que vengas a que te corte, que aquí entre nos buena falta que te hace manita, ahí cuando quieras te pasas y te pongo unas de ella mientras esperas, pa que te modernices. Total que le hice su tinte así bien oxigenado, y, modestia aparte, quedó fascinada. Tanto que al día siguiente llegaron varias de sus amigas de la prepa para pedirme lo mismo. Uy y hablando de otra cosa qué bueno está este guisadito, ¿no? Y a todo esto, tú cómo estás, ni has dicho ni pío.

– No pues yo bien, fíjate que el domingo me invitó a Chapul

– ¡Úchale mana, ya me tengo que ir que se me hizo re tarde por andar en la chorcha, luego me cuentas, nos vemos chula!

Que se levanta y se va. Así nomás.

Y yo persisto e insisto:

¡Amo a la gente “humilde”!

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