La Candelaria

Con este relato que habla de una de las tantas y maravillosas tradiciones de mi bello México, regreso a mis primeros amores: La familia de María, Ramiro, Juanito, Don Javier y Doña Irene, los de La Visita, mi primera entrada al blog en noviembre pasado. 

-¡Con cuidado Juanito! No lo vayas a romper… Así mira, tómalo con tus manitas, despacito, que es re frágil. Sí, así, mételo en la bolsa, para que no se vaya a lastimar. Ciérrala bien con un nudo. No quiero que se le meta el polvo. Lo pones ahí en la bodega, hasta arriba. Ajá, ahí. Acómodalo bien, luego vienes por más.

-Si ma, voy, vengo. No te preocupes, que en un dos por tres me vuelvo un as de la acomodada.

-¡Qué as, ni qué as!, con más respeto chamaco, que no estamos hablando de tus juguetes. Si así cuidaras tus cosas… No, si con el tiradero que tienes en tu recámara ya luego luego se ve que eres un rete as de la acomodada…

-No le digo, don Javi, este niño insiste e instiste para que lo trajera, ahora le tengo que estar diciendo cómo y pa dónde…nomás me hace tardarme más. Pero ya sé, usted tiene razón. Ya es hora de que nos ayude en el changarro…Lo bueno es que no quedan muchos. La verdad que ahora sí vendimos re bien. Nos quedaron chulos de bonitos todos los trajecitos…Dos meses y medio de trabajo valieron la pena. Si Doña Irene estuviera aquí, estaría bien orgullosa. Ahora si que no es que me crea mucho, pero este año la alumna superó a la maestra. Y ahora a lo que sigue, que pa luego es tarde…

Dos meses y medio. Todavía en plena venta Navideña, María ya se había dado una vuelta al D.F., a La Lagunilla, para escoger las telas, los hilos y los adornos. Un ritual que conoce como la palma de su mano. Con doña Adela las telas de algodón, de satén o de organdí de todos los colores. Aunque el blanco es el más importante, tiene que haber para todos los gustos…Y con el Chano los hilos, para el bordado, que brillen, como el sol. Ya se los tiene apartados, los más bonitos. Y los encajes. Muy finos y delgaditos, como el arcoiris, para combinar.

Luego se pasa con la seño Manuela, que tiene las florecitas de papel y de tela más bellas, para la corona. Y los sombreritos, hasta el de charro. También las plumas, para las alitas, bien suavecitas; y los huarachitos. Y todo tipo de adornos, para el médico, el futbolista, el guadalupano, el pastorcito…sin olvidar el moisés, las sillitas de madera, las urnas y hasta los caballos.

 Falta nomás el estambre, pues hay a quien le gusta llevarlo en traje tejido, o el puro sweatercito, a según el gusto de cada quién.

Toda la mañana escogiendo para que los suyos sean los más preciosos y resplandecientes. María pone todo su corazón y empeño en la hazaña, pues sabe que es de suma importancia.

No regresa al pueblo sin comer unas quesadillas de flor de calabaza y de huitlacoche del puesto del señor Jacinto. Las mejores, con esa salsita tan picosita. Ella prefiere la roja, pero la verde no está nada mal. Todo acompañado de un boing de mango, su preferido.

Ya de vuelta directito al taller a dejar todo. Mañana muy tempranito, junto con Ramiro, Don Javi y sus vecinas Jacinta y Lupita, empezarán a trabajar.

Cada pieza es cortada, cosida y bordada a mano, con la ternura y la inspiración de un verdadero artista. Se confeccionarán túnicas, ropones, trajes, vestidos…

Ramiro y Don Javier cortan, Jacinta, Lupita y María cosen y bordan. De varios tamaños, para el gusto del cliente, desde pequeñitos de 15 centímetros hasta los más grandecitos de hasta 60. Y entre todos les dan el toque final. Se van turnando, pues también hay que seguir vendiendo en el puesto. Los clientes no esperan. Es Navidad y hay mucho trabajo, pero ya están acostumbrados. Siempre ver hacia adelante, eso es ser vendedor de temporada. Hay que saber hacer de todo. Y bien.

Una vez terminada la primera etapa, viene la más delicada. 

Esta vez le tocó a Ramiro ir a recuperarlos. Se necesitan los de exhibición, que están vestiditos, y otros más para tener a la mano, por si se ofrece. Los ganchos ya están listos, son los mismos cada año. 

Con la máxima delicadeza posible, se le pone el calzoncito. Luego viene el vestidito, la túnica o el trajecito; un bracito, despacito, luego el otro. Nunca se les ha roto uno, todo es cuestión de práctica y de mucha paciencia y amor.

Ya cuando están todos listos, María y Ramiro los acomodan uno a uno en los estantes del puesto. Rápidito, hay que estar listos a tiempo. La ropita bien colgadita, y los adornos, y lo demás.

Las personas van llegando, de a pocos, y luego cada vez más. Vienen con sus niños en los brazos envueltos en sábanas, cobijas o rebozos, muy bien abrigados, como si los cuidaran de no pescar un resfriado. Preguntan los precios. Hay para todos los presupuestos y gustos, desde el más ecónomico y sencillo hasta el que parece un vestidito de quince años en miniatura. 

-Pásele marchanta, están re bonitos. Pregunte, sin compromiso. Todos vienen con accesorios, con alitas y huaraches. Tenemos el de San Judas, él de la Sagrada Familia, él de los Olivos, el Guadalupano, el del Rosario, el de Atocha, el Angel de la Guarda de la Salud, el Médico, el Futbolista, el del trabajo, el santo Rey, el Pastorcito, el Mariachi… Pásele pásele, escoja el que más le guste para su niño Jesús.

El mero dos de febrero, día de la Candelaria, se venden los últimos trajecitos. Mientras Ramiro se queda en el puesto, María, Juanito y Don Javi se van a la iglesia, tempranito, a bendecir a su niño que está bien enropadito, en su túnica de gala. Ya dejaron listos los tamales en la casa, y el atole y también chocolate caliente, por si alguien quiere. La alegría es inmensa y las ganas de festejar, más.

Recién hace dos días que acabaron. Y ahora a otra cosa, mariposa. Para el día de San Valentín el puesto ofrecerá los mejores peluches, corazones hechos de todos los materiales, dulces y chocolates, rosas de tela, portaretratos decorados…así es que con su permiso… aquí la dejamos y …¡a trabajar!

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6 comentarios en “La Candelaria”

  1. La tradiciones siempre se llevan en el corazón, porque con ellas crecemos y aprendemos a soñar. Definitivamente, son los relatos hechos con tanto realismo, con los pies puesto sobre la tierra, que llegan y tienden a quedarse plasmados e incrustrados en uno, como si lo estuviese viviendo.

  2. Lo, justo acabo de llegar de festejar el 2 de feb. la hna de Ofelia llevó su niño a bendecir con un vestidito nuevo como lo pide la tradición, y el mercado estaba lleno de vestiditos como lo mencionas en tu relato…te faltaron solamente los tamales y el atole de champurrado….riquisimo!!!! gracias por recordarnos estas tradiciones tan lindas….

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