-¡Ya aquí está bien!, más alto me da miedo…
-¡Qué miedo ni que nada, ándale Rosita, no te rajes…dijiste que ahora sí te ibas a atrever…
-Bueno…dos ramas más arriba y ya, que si me caigo me doy un buen guamazo. Solo porque ahí hay unos bien buenos.
Desde aquí arriba dominamos el mundo…comemos los mejores mangos recién cortados…y podemos observar la ventana de la cocina de casa de la abuelita sin ser vistos.
Porque es bien sabido que los niños no podemos entrar a la cocina…Cada fin de semana tratamos y cada fin de semana es lo mismo…Los niños, a fuera, al jardín.
A las compras si fuimos…Tempranito nos despertó mi mamá para ir al mercado. Córranle, nos dijo, vamos que después hay que ir a misa. Así es que rápidito nos vestimos y nos preparamos. Por suerte que mi abuelita vive cerquita.
Primero a la carnicería. Mamá dice que la de Don Paco tiene la mejor calidad. Compramos chambarete, empuje, agujas y huesos de tuétano. ¡Nomás de oir los nombres, a Jano y a mí nos dió un ataque de risa! Quién sabe que estén planeando…dice mamá que la abuelita nos tiene una sorpresa…
Luego de ahí con Doña Jacinta.
Mamá trae la lista en su cabeza y en las bolsas que le da la señora va metiendo las verduras que escoge una a una, hablando bajito, como rezando para ella misma: zanahorias, chayotes, calabacitas y ejotes. También varios elotes, bien tiernitos. Y unas ramitas de epazote, chiles anchos y chiles pasilla. Cebollas y ajos tenemos, no hay que comprar. ¡Ah! Y limones, no pero ahí en el árbol hay, tampoco compramos.
Por último pasamos al puesto de fruta. Con el Memo. Ahí mi mamá pide algo que ahora si Jano y yo nos quedamos con los ojos cuadrados. Xoconostles. Le dan cuatro tunas.
No, sea lo que sea que piensan cocinar, suena de lo más extraño… combinar todos esos nombres chistosos de carne, con verduras, chiles y tunas…algo muy raro están tramando. Esta vez tenemos que espiarlas, eso es seguro.
Así es que después de la misa nos pusimos luego luego en posición, y aquí estamos.
Desde esta altura vemos perfecto a mi abue y a mamá que se mueven como si estuvieran bailando en la cocina. Su sincronización es perfecta. Una lava y corta la verdura. En pedazos grandecitos. La otra se ocupa de la carne. Mientras hacen todo eso, hablan. No sé de qué, pero el pico no les para. En esas están cuando, de repente, mi mamá, qué está picando cebolla…llora, a mares. Y mi abue en lugar de preocuparse, se ríe. Dejan de hacer lo que están haciendo y se abrazan. Y mi mamá llora, y mi abue ríe…y mi mamá llora y ríe.
Jano y yo que estamos comiendo nuestros mangos con unos miguelitos que nos compramos hace rato, nos volteamos a ver, vemos hacia la ventana, nos volteamos a ver otra vez sin saber ni qué, y en eso Jano me dice:
-Ya ves Rosita, con razón no nos dejan entrar…más que cocineras parecen brujas…
Ya cuando terminan con ese ritual de la risa y el llanto meten la verdura a cocer de un lado en una olla chiquita, y la carne aparte en una olla enorme, junto con los xoconostles, la cebolla, el ajo y las ramas de epazote. Y empieza otra vez el cotorreo.
Con la masa de las tortillas hacen unas bolitas chiquitas, del mismo tamañito todas. Entre las dos en unos minutitos acaban y las ponen en la olla de la carne.
El chile lo tienen remojando en agua caliente, hasta acá arriba se ve el humo. Y luego con todo y el agua lo ponen en la licuadora con un pedacito de cebolla (ya esta vez nadie llora), y lo sazonan con sal y unos cubitos de caldo de res. Lo muelen muy bien y luego ponen la verdura que estaba en la olla chiquita en la olla grande y le echan el chile molido y le bajan a la lumbre.
Sacan dos cervezas del refrigerador, las abren, brindan y esperan con una gran sonrisa en los labios.
Jano y yo seguimos observando sin chistar.
Unos minutos después de esa ventana se desprende el aroma más delicioso que existe.
La mezcla de todos los sabores y especias hacen efecto como por arte de magia y nos transportan a otro mundo.
En ese momento entendemos todo. La risa, el llanto, el abrazo, el brindis, la sonrisa, todo…
-¡A darle, grita la abuela, que es mole de olla!
Me gustó mucho!!!! hasta se me hizo agua a la boca, pude imaginarme perfecto el olor. Saludos
Saludos para ti también!! Qué gusto saber que me lees!!! Muchísimas gracias!!!
Muy bueno.
¡¡Gracias!! Saludos!!!
Justo hace unos días recordé este platillo. Benditas abuelas y benditas madres Benditas raíces que me hacen ser la mujer que soy.
Gracias por tu comentario Liliana!! Te agradezco tarde, pero seguro…Definitivamente nuestras madres y abuelas nos hacen ser las mujeres que somos!!! Un saludo muy grande!!!
Lindo relato, Lorena! Ya hasta se me antojó un molito de olla…
Perdón por contestar tan tarde Patricia…mil gracias por tus palabras!! Desde que escribí ese relato tengo antojo de un mole de olla y no he podido comerme uno…espero que tu sí!!! Un saludo muy grande!!!
EXACTAMENTE ES ASI !
Gracias por tu comentario Rosalia!! Y perdón por la tardanza en contestar….Un gran saludo!!!
Magia en la cocina, me gustó…:)
Buenísimo, ahora sé de donde el dicho…¡de tu abuela y mamá! 😉