C’est La Rentrée (o, el Regreso a Clases)

La noche anterior

Mateo

Uno, dos, tres, probando, probando…No, ya sé, mejor cuento borreguitos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco…esto está muy aburrido. ¿Con quién me tocará? Seis, siete, ocho, nueve, ojalá me toqué con mis amigos. Aunque sea uno… Uno. No tengo ganas. Qué bien me la pasé en las vacaciones. Me encantó todo. Y aunque al principio no quería quedarme en Noirmoutier con papi (prefería ir a España con mis papás…) Paola insistió y qué bueno porque estuvo súper. Bueno y si no me toca ninguno, pues ni modo. Aunque preferiría que sí…Ojalá mi mamá quiera pagar lo del canal Bein, me encantaría ver todos los partidos de foot. Ahora ya no puedo ver más que los que pasan en TF1, que no son muchos. Por cierto, ya debe de haber salido la nueva revista, la tengo que comprar. Qué cosa, no me puedo dormir. Y mi mamá que no me deja prender la luz. Es que no estoy cansado. Le digo y le digo y ella instiste en que me tengo que dormir temprano, que mañana es la rentrée. Qué ya no estamos de vacaciones. YA SÉ que ya no estamos de vacaciones. Lleva una semana con eso. Qué lata. Me pudo dejar tranquilo la última semana. Pero no. Y además tiene como un radar. Cada vez que trato de prender mi ipod y jugar un ratito se aparece. Magia. Hoy hasta me lo quitó. Directamente vino y se lo llevó. Grrr. Y ahora estoy aquí sin poder dormir. Pero con quién diablos me va a tocar. Ya quiero saber. Y al mismo tiempo no quiero. Pero que raro. No estoy nervioso. Comparado con el año pasado, nada. La cinquième va a ser cualquier cosa. Fácil. Ya domino esto de la secundaria. Ja. Pobre Paola. Lo que le espera. No, lo único que tengo es que no puedo dormir, pero nervios, nada.

Paola

Estoy muy nerviosa. No puedo ni cerrar los ojos. Secundaria. No estoy lista para secundaria. Aunque Matéo dice que es “cool” y podemos salir más temprano. Y regresar solos a la casa. Wow…eso sí que está buenísimo. Ya ser grande. Pero luego dice que hay miles de “controles” todas las semanas. No tengo nada de ganas. ¿Cómo voy a hacer con todo? ¿Me tocará con quién? ¡Qué hago si me toca sola! No me puede tocar sola, me muero. No, porque si me separan de mis amigas no es justo. Ellas van a poder hacer todo juntas y yo qué. Ahí sin poder hablar con nadie. ¿Y si me toca con Penelope? No me puede tocar con ella. No la soporto, desde que me dijo que le robé a sus amigas ya no la aguanto. Se siente lo máximo. Y su pelo. Piensa que es como una estrella de cine, pero no. Es fea y además tiene una voz horrible. Por favor Diosito, que no me toque con ella. Te lo suplico. Pero si que me toque con él. Ya sabes de quién hablo. Es un secreto. Y esa tonta de Penelope que se atrevió a decirme que disque “salieron juntos”. Ja, ja, ja. Me río mil veces. Yo se perfecto que no es cierto. La que sí va a salir con él soy yo. Algún día. Seguro. Pero bueno, eso no me importa tanto ahorita…lo que quiero de verdad es estar con mis amigas. Siento como una cosa rara en el pecho. No puedo respirar muy bien. Pero ¿qué me pasa? Si ayer estaba muy bien. Odio la escuela. No quiero ir mañana a la escuela. Tan bien que estaba en las vacaciones. Correr como loca, subir y bajar escaleras todo el día. Y el casillero. ¿Si se me olvidan las cosas? Mateo perdió las llaves del candado tres veces el año pasado. No me puede pasar eso. Ni de chiste. ¿Y ahora por qué estoy así? Estoy llorando. ¿Se me salen las lágrimas por qué no quiero perder las llaves del casillero?

-¡Mamá! ¿Puedes venir?

-¡Ven mamá porfa!

-Ya voy Paola, ¿Qué pasa amor? Pero estás llorando…¿qué tienes?, ¿por qué lloras chiqui?

-Ma…creo que tengo miedo mamá…¿Es normal?

Luca

¡Yupi! ¡¡¡¡Mañana es la rentrée!!!! ¡¡¡¡Voy a ver a mis amigos!!!! Ya quiero ver a todos mis amigos y mi mamá me prometió que voy a poder invitarlos a dormir este año! Porque eso si no es normal. Mateo y Paola siempre invitan amigos y yo nunca. No es justo. Ya tengo mis cartas pokémon más fuertes listas para cambiarlas. Lo único que de verdad te pido Diosito, por piedad, que no me toque con la maestra Alice. Porfa, porfa, porfa. Grita y es malísima. Nadie la quiere. Porfis, que me toque con esa que es súper linda que no me acuerdo como se llama, ya sabes, esa del pelo cortito que siempre está riendo. ¡¡¡Estoy súper feliz!!! ¡¡¡Ya los voy a ver!!! Hasta mañana Diosito…y acuérdate… Alice no.

El mero día

¡¡¡Uff!!! Parece que soy yo la que va a regresar a clases…Qué mal dormí…Mi pobre Paolita que tenía miedo…Me pasé una hora hablando con ella anoche, hasta que por fin se quedó dormida…Y Mateo no dijo nada pero estoy segura que la cabeza le daba mil vueltas…quién sabe a que hora se dormiría. Y mi Luqui. Qué suerte tengo de tener todavía a mi chiquito. Qué rápido crecen los niños en Francia…diez añitos y mi Paola ya se va a secundaria. No lo puedo creer…la veo tan pequeña todavía. Pero podrá. Volará poco a poco con sus propias alas. Y Matéo ya a segundo (o lo que se llama aquí “la cinquième”…) qué cosa, cómo sufrió el año pasado para organizarse. Gracias a Dios que las mamás de sus amigos son mis amigas adoradas y que estuvieron juntos. ¿Y ahora con quién les tocará? Bueno, ¡qué nervios! Y mi Luqui con su “por piedad”…me mata de risa. Los veo tan formalitos con sus mochilas caminando por la calle. Quisieran volar para llegar al colegio. Ya casi.

Nos acercamos y parece que regalan algo. Hay ganga, ¡seguro! La puerta de la primaria sigue cerrada y el hormiguero de gente no nos deja pasar. Todos quieren saber. Las listas están pegadas afuera, por toda la reja. Para descubrir en dónde está la de CE1 (o lo que es lo mismo, segundo de primaria) está en chino. Mando a Paola a buscar de un lado y a Mateo del otro y yo trato de escabullirme con Luca para ver por enfrente. Por fin Paola la encuentra. Cuatro clases. Veo primero la de la maestra Alice. Ahí con todas sus letras está el nombre de mi niño: Rhôné, Luca. Se me cae el corazón al piso. Al mismo tiempo busco los nombres de sus mejores amigos y veo a varios. Luca me mira con su carita ilusionada.

-Amor, no pasa nada. Te tocó con Alice pero ya lo hablamos. No te preocupes. Seguro te va a ir increíble.

La carita ilusionada cambia rápidamente a una carita des-ilusionada…triste, muy triste. Los ojitos de mi Luqui se llenan de lágrimas.

-Pero Luqui, no llores chiquito, ¡te tocó con todos tus amigos! Ve, están todos, ¡¡¡wow!!! Eso está genial, ¿no?

Luca se queda pensando unos segunditos…

La carita des-ilusionada vuelve a ser una carita ilusionada.

-Vamos mamá, rápido, ¡¡vamos a buscar mi clase, ya quiero ver a mis amigos!!

La maestra Alice está en el olvido…por lo pronto por lo menos.

Todas las maestras están distribuidas alrededor del patio del colegio. Conozco muy bien a la dichosa maestra Alice pues también le tocó a Mateo. Aunque sí que tiene mala fama, Mateo sobrevivió y tuvo un buen año. Me hago a la idea de que con Luca será igual.

La encontramos y en efecto, ahí están todos los amiguitos. Qué alivio.

Luca se queda más que feliz.

Ahora los grandes.

El patio del “college” es mucho más pequeño, así es que la multitud parece peor. Todos los papás y niños de primero de secundaria están moviéndose desesperados tratando de entender algo. Yo ya no soy primeriza, ja! Me siento tranquila por eso pero con los nervios de punta por mi niña. En cuanto llegamos Paola ve a dos de sus amigas que le informan gentilmente que ellas dos están juntas y que no saben en dónde está ella. Las quiero matar. Vamos entre el gentío y diez minutos después (durante los cuales mi hija estuvo a punto de tener una crisis de angustia) la encuentro. En el mismo salón de las otras dos. ¡Las quiero matar más! Paola corre a buscarlas y las tres se abrazan.

-Solo vimos nuestros nombres y no nos fijamos más abajo en la lista…

En fin…Paola está feliz. La acompaño un rato a su clase y conocemos a su profesor principal que parece simpático. La dejo en buenas manos.

Ya solo falta uno.

Mateo no tiene tanta suerte. Agarraron a todos los nombres de los alumnos de primero de secundaria, los pusieron en una licuadora a máxima velocidad y luego hicieron las listas de segundo. El resultado es una mezcla más que perfecta. Nadie conoce a nadie.

Yo me siento súper mal por él. El no sé como se siente. Dice que está bien, que sí hay algunos compañeros de su clase del año pasado. Qué todo estará bien.

Estoy hablando con alguna mamá cuando me doy cuenta de que ya no está Mateo. Ni él, ni su clase. Ni me dijo adiós ni nada. Se fue. Sin más.

Segundo de secundaria. O la mariposa que empieza a salir del capullo.

Regreso a la casa caminando con una sensación extraña. Orgullosa, y sobre todo feliz, muy, muy feliz, por ellos…y por mí, porque los amo con todo mi corazón, están bien y

¡¡¡POR FIN empiezan mis vacaciones!!!

                                   * * * * * * * *

-Mamá ¿sabes? Alice no es tan mala…No grita, en realidad solo habla muy fuerte.

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Extracto de una vida -3

Esta es la tercera parte (o primera, depende en que sentido lo lean…) de Extracto de una Vida. La subí al último porque en un principio no pensaba compartir en el blog más que el pedacito del supermercado en dónde Valentina se acuerda de la carta del abuelo.

Después decidí compartir otras dos partes; aunque este es un proyecto mucho más largo que algún día verá el día fuera de este blog, me pareció divertido compartir un poquito de esta historia, qué tiene un poco de la mía, sin ser mía, con ustedes.

¡Aquí les dejo entonces, la tercera (o primera) parte de Extracto de una vida y no se pierdan próximamente más aventuras de Valentina, esperen noticias!

Extracto de una Vida -3

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El pasto está en su punto. Fresquito, verde, frondoso. Todo indica que es el momento. Alguien grita: ¡Preparados, Listos, Fuera!

Me lanzo a la carrera. Mi cuerpo liviano de niña de ocho años da vueltas bajo la colina. Qué bien se siente. Voy despacio, agarrando vuelo poco a poco, giro y giro sin parar. Veo el cielo, luego nada, luego el cielo. Cierro los ojos y voy cada vez más rápido, más, y más rápido. Creo que voy ganando, oigo los gritos de los otros niños cada vez más lejos.

Ya casi voy llegando a la meta cuando algo me impide continuar mi camino. Un bulto extraño me para en seco. No veo qué es, solo lo siento.

Tan brusca fue la parada y el susto tan fuerte que no me queda de otra que abrir los ojos.

Pero no puedo. Los tengo pegados. Y me duelen… Y mi cabeza…Todo me da vueltas. Haciendo un máximo esfuerzo logro despegar mis párpados. Abro un ojo, luego el otro. Miro a mi alrededor.

¡Qué colina ni qué nada! Estoy en una cama. ¡Una cama gigante! ¿En dónde quedó el pasto? ¿y mis ocho años? Y lo que me paró en mi carrera no fue un bulto, sino un hombre. Si, eso dije: un hombre. ¡Un hombre desnudo y completamente dormido!

-¡Ahhh!

¡Por suerte que el grito no salió de mi mente, y que el hombre no se despertó cuando le caí encima de golpe!

Me moví lo más discretamente que pude para poder observarlo y meditar acerca de la situación.

No me era desconocido. Ya iba de gane. Pero no podía poner muy claras mis ideas, la cabeza me explotaba, sentía los ojos completamente irritados y me dolía todo el cuerpo.

Respiré profundamente varias veces. Suspiré. Mi aliento era un horror. La champaña del día anterior. ¡Claro! La fiesta de la embajada de Francia. Llegué con Jean.

Y me fui con Laurent.

¡Estaba en una cama enorme con Laurent! Desnuda, apestosa y con la cruda más grande del mundo, al lado de un hombre que conocí el día anterior! No hace una semana, ni unos días, ¡el día anterior!

Me acordé en ese momento del instante en que lo vi en la fiesta, y él a mi. Esa mirada. Nunca antes había visto unos ojos tan oscuros y profundos. Y sus pestañas. Rizadas y larguísimas. Alto, mucho más alto que yo (aunque estamos de acuerdo que no es muy difícil ser más alto que yo…pero él era altísimo, tanto que con todo y mis taconazos no alcanzaba a besarlo como se debe). Delgado, pero musculoso. Cómo de unos 27, 28 años, no sabía, y en ese momento no me importaba.

Se acercó a mi con dos copas de champaña y me ofreció una.

-Laurent. Se presentó. No me dio su apellido.

-Valentina, dije yo. Mucho gusto.

Tenía el acento francés más sexy.

Hablamos de todo y de nada. No entramos en muchos detalles. Ni de trabajo ni de vida privada. Platicamos de la fiesta, de México, de restaurantes, de comida, de viajes…Bailamos. Si, ¡Bailamos! Con lo que me encanta bailar, él bailaba. Y bien. Todo con el mismo ritmo, como una especie de rock & roll. Nuestros cuerpos parecían estar hechos para girar juntos (claro..ahora entiendo lo del sueño y las vueltas en el pasto…). Nuestra sincronización era perfecta.

Me dijo que estaba en el Distrito Federal de negocios, y que se iba al día siguiente.

Ese fue el detalle que cambió todo.

Y que hizo que me encontrara en el problemón en el que estaba metida.

 Porque estar desnuda, apestosa, con los ojos irritados (tipo rojo carmín), el maquillaje corrido y apestando a champaña no era la imagen que quería dar de mi misma, aunque nunca más fuera a ver al guaperrímo que dormía tranquilamente junto a mi.

 Y lo que era peor: No me acordaba de NADA de lo que había pasado en esa habitación aparte de que entramos entre risas y besos y nos rodamos juntos en la cama. Más risas, más champaña. Y luego nada. Hasta el día siguiente. Mi lindo sueño y la realidad…

 Tengo que hablar de la habitación. No sabía ni como se apellidaba Laurent, ni lo que hacía de su vida. Pero eso si, la habitación del hotel en el que se hospedaba estaba espectacular. Empezando por la cama. Que para haber sentido que estaba en una colina dando vueltas y vueltas tenía que estar grande. Y cómoda. Las sábanas eran blancas, como de seda. Y las almohadas. Nunca había dormido con almohadas tan blanditas, pero firmes al mismo tiempo. Algo muy extraño. Luego los muebles. De madera oscura, se veían muy elegantes y la decoración minimalista. El piso era de madera (ya hablaré más del piso…) y la sala de baño…ya la hubiera querido yo para un día de fiesta. No vi la vista, las cortinas estaban cerradas.

No quería que Laurent me viera en el estado en que estaba. Eso era seguro. Pero eso no era lo más grave. No.

El despertador que estaba en la mesita de noche, marcaba las 7:35 a.m.

¡Las 7:35 a.m.!

¡Tenía que salir de ahí cuánto antes!

Así empezó la operación fantasma. Para que Laurent no me viera tenía que ser lo más sigilosa posible.

Me resbalé muy lentamente por las sábanas y me tiré al piso. Pecho tierra. ¡Estaba helado! Reprimí un grito de sorpresa y avancé hasta la sala de baño con la técnica de un soldado que huye de la zona de guerra. Despacito, sin hacer ruido, cerré la puerta. Moría de ganas de hacer pipí. Admiré dos segundos la belleza a mi alrededor mientras estaba sentada en el excusado. Cuando empecé a imaginarme lo que hicimos (o no) en el jacuzzi me forcé a volver a mi realidad, me lavé un poco la cara (lavar, lo que se dice lavar es mucho decir… traía maquillaje contra agua y creo que acabé pareciendo un mapache recién levantado) y traté de encontrar mi ropa.

Cosa que nunca logré.

En la sala de baño, nada.

Iba regresando a rastras a la habitación para buscar cuando Laurent empezó a moverse y a balbucear algo. No se qué, por que en ese momento no hablaba francés. Pero se retorcía en la cama como un gusano y decía cosas.

Entre en pánico. A lo lejos vi una maleta abierta. Me arrastré hasta ella y saqué los primeros jeans y la primera playera que encontré. Me los puse como pude. Ahora parecía un mapache recién levantado envuelto en un costal de papas. Y Laurent pensaría que era una ladrona. Ni modo.

Salí de la habitación sin aliento.

Operación fantasma aprobada.

Pero todavía faltaba lo peor.

Así descalza tomé el elevador rogando no toparme con nadie. Tuve suerte (ya sé, era domingo a las 7:40 de la mañana…).

Llegué al lobby y corrí (literalmente) a la salida del hotel a pedir un taxi.

Me subí en la parte trasera, le di la dirección y me puse a rezar.

El hecho de que no encontrara mi ropa era lo de menos. Tampoco tenía mi bolsa, que aunque no traía nada de importancia, como papeles o dinero, si traía las llaves de la casa.

El taxi me llevó a mi destino en un dos por tres (por más que estuviéramos en la Ciudad de México, a esa hora, en domingo, no había nada de tráfico).

Le pedí al señor que se estacionara a tres casas de la mía y le dije que regresaría a pagarle.

Temblando, toqué el timbre y esperé.